Noticias 2018, Yucatán

De visitar templos mayas a bañarse entre cocodrilos

Los expedicionarios recorren las ruinas mayas de Ek Balam y la reserva natural de Río Lagartos

Las campanas de la catedral han marcado el punto de inicio de una nueva jornada en Yucatán. Auguraban un día largo e intenso. Con la legaña aún en los ojos, los expedicionarios de Tahina Can arrancan el día cuando los primeros rayos de sol comienzan a iluminar la ciudad mexicana de Valladolid. Los mayas también iniciaban su actividad diaria desde las primeras horas de la mañana, madrugar, para los estudiantes, es una forma de incorporar esa costumbre indígena.

Los jóvenes parten hacia la ciudad maya de Ek Balam, fundada por Coch CalBalam, localizada a 30 kilómetros al norte de la ciudad de Valladolid. Conforme se aproximan, se hace evidente que las altas temperaturas acompañarán la incursión a esta maravilla arqueológica. Carlos Canul, el guía maya, muestra orgulloso las construcciones que sus antepasados levantaron en la ciudad que contaba con un palacio de gobierno, habitado por el gobernador y la élite, y por un área de culto religioso.

En la ciudad maya de Ek Balam también usaban el deporte como una forma de dar culto a los dioses. En el juego de la pelota los hombres usaban sus caderas para introducir una pelota de un kilo y cuatrocientos gramos en el interior de un agujero de piedra situado a cuatro metros de altura del suelo. El equipo ganador recibía su premio: era sacrificado para entregar sus cuerpos a los dioses.

Hay muchas preguntas que permanecen sin respuesta sobre el juego. El guía solo menciona las dos interpretaciones posibles sobre el ganador o el perdedor, pero todas las representaciones de los murales hablan del sacrificio de al menos uno de los capitanes. Los expedicionarios apuestan divididos a uno y otro lado. Según los guías, todos tienen razón.

La voz del guía indica que el grupo debe continuar hacia el palacio de gobierno, atractivo principal del poblado. El grupo se topa con unas escalinatas que obligan a desafiar la gravedad para quien las debe escalar. La casa blanca de la lectura, que ocupa la tumba de Ukit Kan Le´t Tok, gobernante de la ciudad, recoge una buena parte de la intención del rey. Grabar en piedra la vida cotidiana de su pueblo. Los expedicionarios suben hasta la cima de la construcción y contemplan algunos edificios que se pierden entre el verde de la selva yucateca y que aún mantiene en sus entrañas más del 80 por ciento de las edificaciones de las ciudades mayas. Es tiempo de dejar la ciudad, terrestre, para recorrer los caminos de agua de la región.

Otra vez en el bus. Las señales de tráfico indican el próximo destino que se encuentra a varios kilómetros: Río Lagartos. Los jóvenes expedicionarios descienden del que ya es su segundo hogar, el autobús, y ahora se reparten en lanchas en las que viajan seis personas. Los capitanes divisan rápidamente un movimiento en el agua. Las barcas se acercan a las orillas del río, donde, sorprendidos, los tahinos se encuentran con un cocodrilo que se pasea tranquilo por la proa de algunas lanchas.

El cocodrilo queda atrás mientras devora un pescado lanzado desde el bote. Los capitanes aprietan el acelerador e inician así un recorrido a través de las aguas del Río Lagartos. A pocas millas, el grupo se topa con la segunda de las sorpresas del río. Adentrados en la naturaleza acuática, los expedicionarios avistan a pocos metros varios grupos de flamencos y águilas.

Con el asombro aún en los ojos, las lanchas siguen su curso hasta detenerse en una nueva orilla. De las ocho lanchas desciende el grupo y contempla ahora las extensas aguas que, a causa de la acumulación de sal y de los microorganismos que son también el alimento de los flamencos, consiguen un color rosado y único. En el mismo lugar, además, el barro toma el protagonismo. Sus propiedades exfoliantes invitan a casi toda la expedición a cubrir sus pieles con el color de la tierra. Muchos se han atrevido a untarse de los pies a la cabeza para, al terminar la travesía naútica, poder bañarse en el caudaloso Río Lagartos pero, esta vez, alejados de los cocodrilos.

 

Jon Martín Veen Salazar – 07/09/2018 – Valladolid