Diario de Ruta 2009, Ecuador

Nervios, intriga, ganas…

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Estoy en casa y la ventana de mi habitación está abierta. Miro la calle a través de los barrotes del balcón al tiempo que me muerdo las uñas. Estoy nervioso. ¿Qué me pasa?, Ah, ya lo sé: tan solo faltan unas horas para hacer un viaje diferente, algo que va a significar un antes y un después en la manera de conocer mundo y aprender sobre los seres humanos.

 

 

En breve, en ocho horas, me encontraré con mis otros 59 compañeros en el aeropuerto de Barajas. Hemos quedado a las nueve de la noche de hoy, 7 de septiembre, en una de las partes de la terminal del aeródromo… compruebo mis billetes de tren que me llevarán desde Valencia, donde vivo y estudio, a Madrid. Todo correcto.

Giro la mirada hacia a la cama; el colchón está lleno de una serie de utensilios que me parecen hasta extraños: unos pantalones corta viento, una mini linterna para la cabeza, medicamentos de varias clases, una cartilla naranja en la que dice que estoy vacunado para la fiebre amarilla… ¿habré preparado todo lo necesario? Repaso una vez más la lista. Parece que todo está en orden.

Llaman mis padres para asegurarse de que me asegure de llevar todo aquello que me hará sentirme seguro en el viaje (cuanta seguridad). Les digo que está todo correcto, porque aunque alguna cosa se me pueda olvidar, lo más importante va conmigo: el espíritu aventurero.

Intento cerrar la maleta. Lo intento otra vez. Una vez más; al fin… ya lo dicen, a la tercera va la vencida. Tomo también la mochila de mano y salgo de mi habitación. ¡Compañeros…!, grito. Los demás estudiantes con los que comparto piso en el centro de Valencia salen a despedirme. Todos están cansados; ayer hicimos una especie de fiesta juntos. Sin embargo, su cansancio no hace que cesen sus peticiones de regalos con los que debo cargar a la vuelta (creo que tendré que pensar en comprar otra maleta solo para sus regalos cuando llegue allí). Lo hacen por picarme, lo sé. Conocen que no soy amigo de la cultura de los souvenirs y saben que les traeré aquello que me parezca original y diferente. Nada de convencionalismos.

Vale, ya es hora, marcho. Salgo por la puerta de casa y tomo el ascensor pensativo: ¿qué me esperará por allá? ¿Qué tal será la convivencia con el resto de expedicionarios? ¿Qué nos encontraremos en nuestros diferentes trayectos? ¿Pasaré frío en el Cotopaxi? ¿Cuál será la sensación al colocar cada uno de mis pies en un hemisferio diferente? ¿Podré explicar la experiencia de montar en el tren más alto del mundo? ¿Qué peligros nos aguardará la Amazonía?

Estoy intrigado por saber el devenir de nuestras jornadas. En algunos momentos me gustaría estar allí ya, aunque pienso que no debo dejar que mi mente adelante a la realidad, hay que aprovechar cada instante.

Una vez en la calle me dirijo hacia la estación del Norte, desde donde cogeré el tren. Para, "Stop", siento que se me olvida algo. Vale, ya sé. Se me hace tarde pero debo volver a casa. No puedo viajar sin ella.

Subo corriendo, entro en mi habitación y… ahí está, en la mesita de noche. Ella será la que ayude a mi memoria, una vez pase el tiempo, a recordar la maravillosa experiencia vital que presiento viviré durante los próximos diez días. La cojo, compruebo que la batería está cargada y que no hay archivos dentro. Ahora sí estoy listo. Dispuesto a acoger con ganas y a captar con mi cámara todo lo que acontezca en este viaje sin precedentes en mi vida.

La maleta, mi cámara y yo, ya hemos salido de casa definitivamente. Los tres, como si de uno se tratara, estamos preparados para vivir y disfrutar al máximo la aventura Tahina-Can Bancaja 2009.

Cojo el tren y duermo todo el trayecto. Al despertar, me doy cuenta de que estoy en la estación de Atocha de Madrid. Corro a por el metro que va al aeropuerto…y, una vez sentado, sigo escribiendo en esta pequeña libreta de mano que llevaré conmigo durante toda la expedición para apuntar cada detalle, para describir cada momento.

Estoy en Barajas, voy caminando por una cinta transportadora y miro el reloj. Son las 20:55… voy a encontrarme con mis compañeros.

Qué nervios, qué intriga, qué ganas. Ecuador nos espera a quince horas de vuelo. Dejo de escribir. Comienzo a disfrutar.