Noticias 2018, Yucatán

Ek Balam, a través de Carlos Uk, el guía maya-pop de los templos de Yucatán

Luce un atuendo espiritual enmarcado en una camisa completamente blanca que destaca su pelo largo, liso y negro. Saluda en lengua maya y luego sonríe con tranquilidad para proseguir su relato en español. Cuenta con gracia cómo en realidad no se parece mucho a sus antepasados mayas pues ellos, guiados por la naturaleza, querían parecerse a ella: prolongaban su cráneo con tablas para simular la forma del maíz en sus cabezas, achinaban sus ojos para parecerse a la venerada serpiente, y afilaban sus dientes para imitar al sagrado jaguar.

Carlos Uk se presenta a sí mismo como un maya orgulloso de su pasado. Toma poco aire al contar con emoción la historia de su pueblo, el maya, y hace que el recorrido entre Valladolid y la zona arqueológica de Ek Balam se haga más corto de lo esperado. Todo se vive mejor con una buena historia contada por un buen narrador.

El recinto de Ek Balam es la punta del iceberg de una ciudad de aproximadamente 15 kilómetros cuadrados de extensión. “Pero no se preocupen, hoy sólo estaremos en el centro de la antigua ciudad y nos moveremos en un radio de un kilómetro”, dice Carlos para tranquilizar el grupo de más de 40 estudiantes de distintas ciudades de España que forman parte de la Expedición Tahina-Can de 2018.

La ciudad fue construida en la mitad del siglo I A.C gracias al poderío regional del reino. Su rey Ukit Kan Le’k Tok, quien gobernó entre los años 770 y 801 d.C, proyectó el máximo esplendor de la ciudad de Ek Balam. Según Carlos, el rey era hijo de un escritor y una princesa y, gracias a ello, el gobernante tuvo la obsesión de grabar con imágenes muchos objetos que representaban la vida de la urbe.

“El imperio murió por su propio peso”, resume Carlos al hablar del declive de la ciudad. Su esplendor e expansión incrementó la presión sobre la tierra hasta que se volvió improductiva. “Las hambrunas posteriores intentaron resolverse con sacrificios de todo tipo, sin ningún resultado positivo”, explica el guía. La ciudad perdió su poderío y la población, cansada de los sacrificios y de la improductividad, ajustició a las élites. “Para cuando los invasores españoles llegaron, la ciudad fue una presa fácil para ellos”, relata Carlos justo cuando se aprecia la entrada del recinto monumental.

Carlos invita con jovialidad al grupo a adentrarse en el complejo arqueológico a través de una rampa que daba acceso a la parte sagrada de la ciudad. El guía explica cómo, gracias a esta pronunciada inclinación, todo aquel que quería entrar en la ciudad se veía obligado a hacer una reverencia ante los dioses.

Sangre maya

Las murallas de Ek Balam no superaban los tres metros de altura, aunque la baja estatura de la raza maya contribuía a que parecieran imponentes “Mi padre era de pura raza maya y no superaba los 1,53 metros”, cuenta divertido el guía. En cambio, a él solían llamarle half blood en su pueblo ya que su madre era mestiza. Ella era rubia y mucho más alta que su padre, gracias a ello Carlos ganó 10 centímetros más que su padre. El guía maya recuerda con nostalgia cómo ella siempre mandaba en casa.

A pesar de tener sangre mestiza, él se identifica completamente como maya. Así lo demuestra cuando explica el funcionamiento del zodiaco maya, que se divide en diecinueve signos. Pop, el símbolo que identifica a Carlos, es uno de los más importantes. Representa el poder, el control y está conectado con Venus, una de las estrellas más veneradas por la civilización maya. La influencia de Venus y de Pop sobre el guía “hacen que la gente me mire raro en el súper. Mi carrito de la compra tiene que estar organizado por departamentos según mi criterio. A la derecha sitúo las carnes mientras que a izquierda coloco los vegetales. Así, cuando llego al coche, todo es más fácil de ordenar. Al llegar a casa lo coloco de la misma forma en la nevera”.

Superada la rampa de entrada, se encuentra el principal edificio administrativo de la ciudad, la Hacienda de la época, donde se recaudaban los tributos a la población. Unos metros más adelante, Carlos convida a los visitantes a sentarse en una palestra. Los visitantes descubren que forma parte del campo del juego de la pelota, un espacio con tres niveles que representan el cielo, la tierra y el inframundo. Desde allí, en el lugar que ocupa la tierra dentro del juego, se puede imaginar a los jugadores mayas que lucha entre ellos en la parte menos elevada del campo. Ambos equipos batallan para llegar a la parte más alta, para estar en contacto con los dioses.

Los jóvenes mayas en la comunidad de Carlos practican todavía este “mortal” deporte, en el cual está prohibido usar las manos y los pies para lanzar la pelota. El equipo de su comunidad es el equivalente al Atlético de Madrid en el juego de la pelota, ya que se ha posicionado como uno de los mejores equipos con aspiraciones a dominar la liga del deporte ancestral.

Siempre el más allá

“La representación fálica en las paredes de la escalera del palacio gubernamental representaba fertilidad”, explica Carlos. Los símbolos indican que el único que podía acceder por esa escalinata era el gobernante. De forma cómica, el joven maya añade: “Pero tengo una buena noticia, el Rey ya se murió”. Esboza una sonrisa de complicidad y se dirige ágilmente hacia la escalera central.

Los edificios de Ek Balam desde el Palacio Gubernamental. – Silvia Gómez Pérez

La llamada “Casa Blanca” era el cuarto del gobernante. El rey tenía entre 50 y 55 años cuando estalló una guerra en la zona. En batalla, recibió un golpe en la parte superior maxilar de la cabeza “y eso lo llevó a su desecho”, cuenta Carlos con tristeza en la mirada. El hijo del rey, entonces, construyó su tumba y, posteriormente, la cubrió con un muro, debido a la envidia que sentía por la adoración del pueblo hacia su padre. Años después, la pared se derrumbó y, junto a la tumba, los arqueólogos encontraron objetos que pertenecen al gobernador.

Carlos se enorgullece de su aportación en la restauración de la escultura “la cara de la tierra”, ubicada en la Casa Blanca. Arqueólogos y voluntarios repararon entre un 8% y 12% de la pieza histórica. “Lo hacemos por amor al arte”, dice. Él estudió arqueología pero, más adelante, descubrió que su vocación era guiar a las personas a través de la compleja historia maya. El chico está orgulloso de su trabajo y así lo expresa mediante su sonrisa. “Los mayas definían este sitio como el centro de la tierra”, añade Carlos tras señalar la cumbre de la pirámide, desde la cual se divisaba un amplio radio de vegetación que se diluía en el horizonte.

“Siempre me han enseñado a reírme de la muerte”, dice Carlos con una sonrisa. Su padre murió hace tiempo y, tres meses después, falleció su madre “para seguir jodiéndole”, aclara el chico riendo con ironía. Así se refiere él a la muerte, con humor. De pronto, se entristece y explica que no pudo despedirse de ella. Su madre lo llamó pidiéndole que fuera a verla y, puesto que él estaba a dos días de distancia, no llegó a tiempo. Posteriormente, vuelve a esbozar una sonrisa y dice “es de lo único que me arrepiento”.

Silvia Gómez Pérez, Berta Pladevall Soriano-10/9/18 Ek Balam