Noticias 2013-2014, Tailandia

El tango que nunca bailé en Tailandia

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Los 9.678’4 kilómetros que nos separan de lo que ha sido Tahina-Can 2014, son un muro infranqueable. Una pared que no se puede saltar. Y aunque ninguno de nosotros quiso regresar a casa, siempre se vuelve al primer amor

Las mismas estrellas que contemplamos en esas aldeas, en medio de la selva al norte de Tailandia, son las que hoy nos miran con indiferencia y nos ven volver a la rutina. Cuando las miramos, sabemos que las hemos visto desnudas, que nos han contado sus historias y que nunca lo volverán a hacer, al menos, del mismo modo.

 

Las experiencias son así, nuestra experiencia ha sido así. Volvimos, con la mente marchita fruto del contraste que encontramos en ese lugar tan asombroso. Sentimos, que la vida es un soplo, que veinte años no son nada y que nuestra mirada ha cambiado para siempre, gracias a las personas que conocimos. Vivimos, con el alma aferrada a guardar un dulce recuerdo, para luego ponerlo en una cajita muy pequeña, atarle un lazo rojo bien bonito y guardarlo en lo más hondo de nuestro ser, para que durara.

 

Vivir el momento requiere ser consciente de dónde estás y a dónde vas. Para ello, debes tocar con los pies el suelo y girar el cuello, lo máximo que puedas hasta alcanzar la mayor distancia. Debes compartir cada momento, conocer bien al que tienes al lado y si es desconocido, mejor. Sobre todo, haz preguntas. Hay una lista de tareas que como viajero debes hacer, pues será el único modo de saber que has aprovechado el viaje y, entonces, no tendrás miedo a mirar atrás.

 

Al igual que muchos de mis compañeros, tengo miedo a enfrentarme con mi vida, a encontrarme con el pasado, o peor aún, a no encontrarme con él y que huya sin más. Pero el viajero que huye, tarde o temprano detiene su andar. Y aunque el olvido, que lo destruye todo, quiera matar nuestra ilusión, guardamos escondida la esperanza de que todas las imágenes, vídeos, grabaciones, recuerdos, charlas y trabajos sean suficientes para transportarnos al lugar donde fuimos especiales.

 

Todos estos sentimientos, todas estas palabras, la elocuciones tan sinceras que resuenan, no sólo tienen el espíritu de Tahina-Can, sino también el de todos los viajeros, el de todos los que aman aprender de otras culturas, porque es lo que sienten al volver a casa. Estas ideas pertenecen a Carlos Gardel, su magnífica voz y su inmenso ingenio creaban estos sentimientos, que tan familiares nos parecen y que tantos pensamientos nos han llenado estos últimos días. Por ello, teniendo en cuenta que no ha tenido hueco en la expedición, le debemos un baile, un tango. Y luego, a volver a viajar.