Los expedicionarios de Tahina-Can aterrizan en Marruecos y encaran el inicio de la aventura. Estas son algunas de las impresiones que han tenido ante una cultura muy diferente y un grupo variopinto de personas con las que convivirán durante una semana realmente intensa.
El avión ha escenificado el primer contacto con el mundo marroquí. Las primeras pistas vinieron con la comida, un estándar marroquí: pollo, arroz y especias. Tampoco podía faltar la bebida típica: el té, una tradición casi sagrada. Finalmente, el detalle más curioso: la servilleta olía a especias, a té… un anticipo del resto del camino.
Esther Marco Alonso
El primer acercamiento ha sido en el control de pasaporte en el Aeropuerto de Casablanca, Mohamen V. Allí, en la fila para las cabinas de control, hicieron una espera algo diferente. ¿Quién pensaría que echaríamos en falta el ritmo acelerado europeo? Pero además, no teníamos demasiado espacio vital entre persona y persona, una sensación extraña en la que se han mezclado las conversaciones, pero que ha provocado grandes sonrisas.
Isabel Trillo Palaca
Ilusiones, motivaciones, nervios, impaciencia, afectos que crecen y se perderán en el tiempo. Quizá sea la mejor forma de sentir la amistad, porque en un viaje con encuentros con tan distintas personas se entrega lo mejor de uno mismo, dejando de lado angustias, rencores o preocupaciones. Todo eso que forma parte de la vida cotidiana, lo mezquino que hay en nosotros. El miedo a cerrar los ojos, aunque se lo permitan en el sueño del avión; la necesidad de no perderse nada.
