Diario de Ruta 2017, Colombia

La sal de la vida

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Sin duda se trata de un trabajo duro que precisa de una completa dedicación: "No hay otro remedio para llevar dinero a casa. Le rezo a Dios para que esta faena no me falte nunca. La catedral es un gran activo para mí y los míos. Una gran herencia para el país que se debe mantener para siempre", concluye Otoniel.
A lo largo del mundo hay grandes minas de sal repartidas por los distintos continentes, y aún así, la mina de sal de Zipaquirá es una de las más especiales de nuestro planeta. Situada en la region de Cundinamarca, Colombia, esta mina posee la cualidad de albergar en su interior la célebre catedral de sal, en la que se encuentran distintas esculturas católicas como la cruz cristiana más grande del país y la mayor del mundo subterráneo. Este lugar es uno de los destinos turísticos más frecuentados en el país cafetero y sus habitantes la consideran su reliquia más famosa e importante.
 
Para Otoniel Ramirez, operario de la mina desde hace tres años, es una de las mayores joyas del país y demuestra el gran talento de los artistas colombianos. "La mina y la catedral de sal son un gran activo para la región ya que el yacimiento aporta dinero por el sodio y la sal, mientras que el complejo religioso consigue atraer una gran masa de turistas año tras año. Cualquier aspecto de la mina es precioso ya que está llena de detalles, sin embargo, es su aspecto cultural lo que para mí la hace única", afirma Otoniel, quien destaca que "todo el dinero que se genera es recaudado por el municipio y eso nos beneficia, sobre todo, a los trabajadores porque todos los empleados somos autóctonos de la zona". 
  
La catedral está situada en una zona montañosa y eso provoca que haya que extremar las precauciones de la mina por seguridad. Según Otoniel, esto se debe al gran numero de galerías con las que cuenta el yacimiento, las cúales hay que supervisar para prevenir posibles derrumbes. "No tengo miedo a ningún accidente ni a trabajar en el subsuelo: la mina es segura y en caso de seísmo, la propia montaña se comporta como un acordeón y los posibles temblores se contraen notándose solo fuera". 
 
Sin duda se trata de un trabajo duro que precisa de una completa dedicación: "No hay otro remedio para llevar dinero a casa. Le rezo a Dios para que esta faena no me falte nunca. La catedral es un gran activo para mí y los míos. Una gran herencia para el país que se debe mantener para siempre", concluye Otoniel.