Diario de Ruta 2008, Perú

La voz de la inexperiencia

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Digamos que soy una voz en primera persona. Sólo un altavoz emitiendo desde el ombligo de Tahina-Can.

En estas circunstancias, es de esperar un nombre que suscite interés público como abajofirmante. Evidentemente no es mi caso: no he estado en Perú ni salí nunca de España; ni siquiera soy periodista. Digamos que cuento con vuestra buena disposición para compensar la carestía de autoridad nominal.

Holgando pues la tautología, creo que existen voces que, aunque anónimas, son bien legítimas; poderosas por su capacidad de empatizar. El “anónimo” se oculta detrás del pueblo, insta a la revolución y el cambio, se esconde detrás de algunos de los grandes clásicos de nuestra literatura y padece tras las arreboladas declaraciones de los primeros amores.

En este embrión de la Tahina-Can 2008 existe también una voz colectiva, que con estas líneas suscribo e intento validar –aunque a veces los razonamientos son sólo las excusas que uno se pone a sí mismo-: es la voz de la inexperiencia.

Unos están aquí por la más pura conjunción de casualidad y circunstancias, otros han llegado con el feliz ánimo de cambiar el mundo; resta todo el espectro de motivaciones intermedias. Pero, salvando las distancias obvias, ya se escucha un susurro de fondo.

Yo por ser sincera –de entrada no es mal atributo para una voz-, he venido a responder preguntas que tengo: sobre Perú, pero también sobre mí, sobre el futuro.

Confieso que al pensar en Perú veo a un montón de gente bajita, de tez morena y nariz achatada, vestida con un galimatías imposible de color en sendos ponchos de alpaca, lo cual no carece de la comicidad de las opiniones simples.

Nunca he vivido de forma cercana a una situación de pobreza ni apenas de forma austera. Tampoco me he relacionado con colectivo que defienda una cosmovisión, unas creencias diferentes por la base de las mías. Sé que a veces no puedo escaparme del prejuicio barato y pobre.

Digamos que soy la voz de la inexperiencia, pero me legitima que soy la voz de muchos. Es una voz, eso sí, con ánimos de renovación, quiere cambiarse por canciones los prejuicios y vestirse la impericia del vasto folklore del Perú. Traerse un diario de viaje con un poquito más de madurez entre sus páginas, que el peso de la experiencia retenga entre sus páginas el aroma, como quien diseca una flor entre ellas y la conserva por siempre.

Tenemos una misma voz y una misma estrella: alcémosla, hoy a pie de página; en unas semanas, en el Perú, a pie de calle.