Noticias 2017, Colombia

Ladrones de Leyenda

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Los expedicionarios afrontan el segundo día de ruta tras la leyenda de El Dorado, que les lleva hasta el custodiado Museo del Oro

Los expedicionarios están tristes. Anoche se adentraron en las calles de La Candelaria en busca del fantasma de El Dorado y no lo encontraron. Sin ninguna intención de tirar la toalla, hoy se dirigen hacia el Museo del Oro. Allí, entre las distintas esculturas de oro, esperan encontrarse con el espectro colombiano más buscado.

La exposición presenta piezas de diferentes culturas indígenas asentadas en la actual Colombia antes de la llegada de los europeos como los muiscas, los tairona o los calima. Parece el lugar idóneo para encontrar a El Dorado.

La expedición ha llegado a la mítica balsa muisca, una de las principales piezas del museo, que además representa la ceremonia de la leyenda de El Dorado. Un grupo de expedicionarios curiosos se acerca a la obra, deseosos de contactar con el más allá, pero el tiempo pasa y El Dorado no hace acto de presencia. La expedición se siente engañada y crispada, ¿cómo es posible que el cazafantasmas les hubiera engañado? Los expedicionarios se sienten defraudados. Conforme pasa el tiempo el engaño se convierte en ira y la ira en un objetivo: robar el oro del museo a modo de venganza.

De momento no hay plan, pero todos comienzan a especular con qué harán cuando el oro sea suyo. La mirada de alguno consigue incluso evocar la figura de grandes ladrones como el Chapo Guzmán, Joe Dalton o Mario Conde. El objetivo es hacerse ricos, pero los expedicionarios siguen sin renunciar a su sueño: “me gastaré el dinero en una ouija para invocar a El Dorado”, sostiene Juanjo Cordero.

Pero no todos son igual de fieles al grupo de Juanjo, alguno parece que se ha olvidado de El Dorado y solo piensa en su propio beneficio. “Me fabricaría una silla de oro para sentarme y estudiar, que hace poco se me rompió la mía”, sostiene un ambicioso Pol Prats. Algunos tampoco se olvidan de que hay vida más allá de los estudios y las leyendas. Alejandro Jaime sueña con formar un imperio: “pagaré muchos vientres de alquiler, tendré millones de hijos y aseguraré mi descendencia”.

Ni El Dorado ha conseguido que los expedicionarios se olviden de su casa y de lo realmente importante: el fútbol. “Invertiré el dinero en el Sabadell para ver si ganamos alguna copa, que no tenemos ninguna”, afirma David Rigola. Los expedicionarios saben que cuando su plan culmine no habrá quien les pare, por lo que piensan en grande. Laia Montesinos, por ejemplo, derrochará el dinero en chaquetas, “evidentemente”.

Ningún soñador es pequeño, pero hay sueños grandes que requieren trabajo y coordinación, y estos no se consiguen en un día. Sin darse cuenta la expedición ha acabado la visita y los expedicionarios dejan el museo sin pecar, pero tampoco han conseguido el botín. Los expedicionarios han despertado del lapsus de ilusión y se pueden centrar en perseguir sus sueños. El próximo: encontrarse en la Ciudad Perdida.