Diario de Ruta 2018, Yucatán

Paraíso a corto plazo

Una caminata por las playas de Holbox sirve para conocer la isla en profundidad

Unas grandes letras de colores con la palabra “Holbox” dan la bienvenida a las blancas playas de la isla. La L de Holbox no está, así es como han creado un photocall en un espacio paradisíaco; los turistas se hacen la fotografía de rigor mientras simulan ser la letra que falta.

Ahí mismo es donde puede dar comienzo una kilométrica ruta por las arenas de la isla: dos horas bajo el sol azotando directamente en las cabezas de todos los caminantes, con la única alternativa de meterse en el mar para bajar la temperatura corporal.

Los primeros pasos sirven para reconocer tres paradas seguidas que se presentan con carteles vistosos y mujeres con trajes folclóricos: son auténticamente mayas y dan masajes tal cómo sus ancestros hacían. Hay extranjeros relajándose en el interior de las capas, pero también mexicanos que adoran recibir estos masajes.

A la izquierda está el mar, las barcas de los pescadores se tambalean al ritmo de los ligeros movimientos de las olas; en ese momento pasan dos hombres, llevan una gran bolsa cada uno y de lejos se puede detectar que tienen un movimiento extraño. A medida que se acercan se puede ver con claridad el contenido de dichas bolsas: calamares vivos que, con toda probabilidad, se dirigen hacia la cocina de algún hotel.

Al contrario de la primera apariencia que pueda transmitir la isla, aún no está completamente masificada: hay turismo, pero casas y gente local que hace su vida en Holbox. También existe gran presencia de turismo nacional, mexicanos que viven en el interior y pasan sus vacaciones entre las hamacas y las embarradas calles del pueblo. Aún así, es un lugar poco extenso en cuanto a terreno, por lo que la cada vez mayor proliferación del turismo hace que la isla corra el riesgo de acabar en un proceso de gentrificación. Un turista procedente de Ciudad de México dice que en cinco años Holbox será insostenible, y que por eso él y su pareja intentan venir cómo mínimo dos veces al año, antes de que cómo ellos dicen, el espíritu de Holbox acabe muriendo.

“Los que viven aquí cada vez vienen más del resto de México, vienen ya que el turismo crea mucho empleo, pero cada vez vive menos gente originaria de Holbox”, dice la pareja del turista de Ciudad de México. La mujer concluye afirmando que Holbox es el mejor lugar del mundo y que le apena saber cómo va a terminar.“

La ruta continúa, tras andar unos veinte minutos el turista puede observar unas hamacas atadas a unos grandes palos dentro del mar, cada uno de ellos sostiene una letra de la palabra “Holbox”. Los turistas van pasando para fotografiarse tumbados en un lugar tan idílico como este. Es, otra vez, un photocall abarrotado por los viajeros que no quieren quedarse sin su foto perfecta para Instagram.

Al seguir andando hay que pasar por zonas de la playa que los hoteles utilizan para poner, por ejemplo, unos enormes jacuzzis redondos en primera línea de mar o un restaurante de ensueño. En la parte trasera del tejado que cubre el restaurante hay un mapache rebuscando en la basura, e iguanas buscando la calma. En la orilla de la misma playa el turista puede observar cómo una manta reposa entre las piedras, por su lado pasa un pez que al ver las piernas de los bañistas se entierra a gran velocidad, mientras las iguanas asoman imponentes en la parte seca de las rocas, donde prácticamente inmóviles toman el sol.

Es la hora de volver, al salir de la playa y entrar en el paseo interior, los mapaches miran, asustadizos, a las personas que les fotografían con cierta distancia de seguridad. Una conclusión queda clara: las playas de Holbox son paradisíacas. Otra conclusión queda más clara aún: en unos años, morirán de éxito.

 

Laura Casamitjana