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Regalar, ¿a cualquier precio?

Por Ona Lasheras

Cuando se pasea por las calles de algunas ciudades de Egipto, no es raro encontrarse con vendedores intentando que les compres sus souvenirs. Muchas son las estrategias que usan y una de ellas es el regalo.

Si ven que el posible comprador sigue caminando sin pararse a mirar, a menudo prometen regalar un obsequio. Es un objeto al que no puedes decir que no, puesto que en ocasiones te lo colocan encima, insistiendo. Con esto se busca que el comprador en potencia acabe convirtiendose en comprador en acto, dando así dinero a cambio. De esta manera, se acaba creando un ciclo de dar, recibir y devolver.

La antropología económica ya se ha encargado de estudiar en profundidad este sistema de intercambios. Se ha descubierto que esta transacción de la que hablamos no es un caso aislado, sino que se trata de un fenómeno social total. Es una de las primeras formas de economía social utilizada por los seres humanos y, en todas las sociedades, las instituciones adoptan estas formas de consumo con una obligatoriedad oculta.

Un ejemplo es el de Marcel Mauss, quien en “Sobre los dones y sobre la obligación de hacer regalos” teoriza sobre este sistema. En este ensayo, el autor estudia ampliamente cómo funciona el sistema de intercambios en diferentes grupos etnográficos. Donar o dar un objeto (don) crea en el receptor la obligación de devolver el regalo.

Sin ir más lejos, nos encontramos esta obligación social de intercambios cotidianamente en España. Por ejemplo, con la invitación a una boda tienes el compromiso de aportar un regalo, igual que si te dan un obsequio en tu cumpleaños tendrás que devolver otro considerado igual o superior.

En la historia de Egipto también encontramos el elemento mitológico como ejemplo de esta economía, en la cual los hombres hacen regalos a los dioses, esperando a cambio una buena vida en este mundo y en el Más Allá.

El consumismo sistemático se encuentra tan integrado en nuestras vidas que no nos damos cuenta de qué hay detrás de los regalos: como diría Michel Foucault, funciona como un panóptico. La gran utopía sería un sistema en el que los regalos fueran totalmente altruístas, nos gustase darlos sin ninguna intención detrás y sin esperar nada a cambio.