Diario de Ruta 2015, Uzbekistán

Souvenirs en Uzbekistán: Entre lo tradicional, lo kitsch y lo cutre

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En cuestión de souvenirs, la línea que separa lo tradicional, lo kitsch (variación políticamente correcta de “hortera”) y lo cutre es a menudo muy fina.

Elegir souvenirs es para mucha gente una de las partes más difíciles de todo viaje: un souvenir mal elegido te hará sentir en el momento de la entrega como el despistado que lleva los postres a una cena sin recordar que alguien odia el ingrediente principal.

Por ello, para que futuros viajeros a Uzbekistán sepan de antemano con qué pueden encontrarse, vamos a repasar los souvenirs que podéis comprar en este país:

Imanes

El imán-souvenir para nevera se cuenta entre los mayores inventos del mundo del turismo, ligeramente por debajo del teleférico y del tren cremallera. No sé quién fue la primera persona que tuvo la brillante idea de crear imanes para nevera con motivos típicos del lugar, genio olvidado que se merecería como mínimo una estatua en el Museo de la Cera.

Y es que digan lo que digan sus detractores, el imán-souvenir lo tiene TODO: Es fácil de encontrar, tienes montones de diseños entre los que elegir, es barato (con lo cual puedes comprar para más gente), es pequeño y fácil de meter en la maleta, y tiene un ratio de aceptación mucho mayor que la mayoría de otros souvenirs.

Por supuesto que hay gente a la que no les gustan o te dirán que es demasiado típico, pero son los mismos que se niegan a admitir que es un inconveniente que los ratones de Apple no tengan botón derecho.

Postales y libros

También simple y barato: No hay nadie a quien le disguste una postal y es útil para salir del apuro mientras encuentras algo que pueda gustarle más. Sin embargo, puestos a comprar postales, mejor comprar un libro de fotos con explicaciones, que de paso facilitará mucho los relatos sobre el viaje en las comidas familiares o reuniones de amigos.

Figuritas de decoración

Otro clásico de los souvenirs, pero que adquiere dimensiones casi épicas en Uzbekistán. La cantidad de figuras de decoración que encontrarás en algunas tiendas uzbekas es incluso superior a las de un bazar chino, y su variedad es más o menos la misma. Su configuración gravita en torno a tres temas: persona (generalmente hombre con barba blanca, para explotar el tópico), comida y asno. A partir de ahí, producidos cual guerreros de terracota, tenemos una amplia variedad de hombres sonrientes a palo seco, hombres sonrientes que montan un asno, hombres sonrientes con sandías, hombres sonrientes que comen en una mesa, asnos sonrientes que comen hombres sentados en una sandía…

Las figuritas de decoración mantienen las ventajas de la accesibilidad, las dimensiones y el precio (partiendo de unos 5 euros para una pequeña), pero tienen el inconveniente de ser frágiles (y ni sueñes con cartones o ya no decir papel de burbujas). Además, según el gusto del obsequiado, pueden parecerles o una monada o una horterada, o preguntarte "¿y esto dónde lo pongo?" En cambio, si le regalas a alguien un cofre lleno de esmeraldas no te preguntará dónde lo pone. Hipócritas.

Marionetas

Las marionetas son otro souvenir muy típico de Uzbekistán. Sí, las hay en otros mil lugares del mundo, ¡pero no tienen cara de uzbecas!

Suponen un grado kitsch más avanzado que las figuritas, y están especialmente indicadas para aquellas personas a las que directamente sabes que le gustan este tipo de regalos. Es una marioneta uzbeka, con cara de uzbeka y ropa de uzbeka, a la que le puedes hacer bailar danzas uzbekas con música uzbeka. ¿Qué más típico quieren?

También son algo más caras (empezando desde los 10-15 euros) y más voluminosas que otros presentes, pero si se la traes a alguien que ame decorar su casa con estos detalles regionales [muy habituales por otra parte en Oriente y soberbiamente desdeñados por las gentes postmodernas], le harás feliz.

Arte gráfico en soporte madera en general (Tallas, grabados, pinturas, etc.)

Una variación más sofisticada de las postales, pero más caras y con el mismo problema de todos los regalos "kitsch": dependen del gusto del obsequiado.

Mención aparte merecen los juegos de ajedrez decorados con imágenes, que al menos tienen una utilidad práctica, de la que suelen carecer los souvenirs en general.

Vestidos tradicionales

Aquí entramos en un nivel superior de riesgo. Para regalar un vestido tradicional a alguien hay que tener un nivel de conocimiento y confianza del obsequiado al que no llegan esas parejas que se intercambian la contraseña de Facebook "porque ya lo saben todo el uno del otro". Lo mismo que con las marionetas, si aciertas te hará una estatua como a Tamerlán; si te equivocas habrás perdido dinero y respeto, pero no te preocupes, si es una amistad verdadera (o es familia) dirá que le gusta igualmente para no herir tus sentimientos.

Aquí ya empezamos a hablar de cantidades de dinero más elevadas, según la prenda: normalmente un vestido uzbeko consta de una prenda interior, una prenda superior tipo albornoz, un cinturón y un gorro. Su precio dependerá también de la calidad, por lo que es difícil dar una cantidad, pero si quieres el conjunto completo es definitivamente un regalo más caro que la media.

Instrumentos tradicionales

Todo lo dicho sobre los vestidos puede aplicarse también aquí, pero aún más incómodo desde el punto de vista del

transporte. Que tu obsequiado sepa luego tocar instrumentos uzbekos ya es su problema, algún vídeo-tutorial habrá en Youtube.

Alfombras y tapices

Las alfombras y tapices son una imagen muy típica de Oriente, aunque seguramente podrías encontrarlos en una tienda de importación y te ahorrarías un montón de problemas. Y es que para llevarte productos que sean antigüedades o que tengan aspecto de poder serlo, necesitas en primer lugar un comprobante de compra de la tienda con el nombre del artículo, el precio y la antigüedad aproximada; y en segundo lugar, que los encargados de aduanas estén de buen humor y no decidan que tienes pinta de traficante de antigüedades (para eso es el papel).

Regalos simples con valor sentimental

Es un eufemismo para "cosas aleatorias que hemos recogido por ahí". Todo lo que tenga "valor sentimental" cuenta con una baza de entrada, y es que ponerlo en duda supone herir los sentimientos del obsequiante, cosa que nadie (al menos nadie con un poco de sensibilidad) va a hacer. Da lo mismo que sea arena del desierto, una piedra de un parque sagrado o un manojo de pelos de camello que nadie va a llevar a un experto para averiguar si son de camello: con cosas que es mejor traer sólo si hay un encargo explícito, a riesgo de quedar como un cutre.

Y recordad la norma de oro de los souvenirs: si puedes comprarlo en otra parte, no es un souvenir.