Diario de Ruta 2016, República Dominicana

Toda una vida en la cueva

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En una de las cuevas del Parque de los Tres Ojos un barquero tira de una cuerda suspendida en el aire con la que mueve una pequeña estructura flotante hecha de palés de un lado a otro de la orilla.

Su nombre es Fernando y desde hace 31 años trabaja en el recinto ayudando a que curiosos y turistas conozcan todos los rincones de este parque natural que se esconde bajo la ciudad de Santo Domingo.

Todas las mañanas se levanta temprano para ir andando a su trabajo, donde pasa la mayor parte del día, desde las 8.00 de la mañana a 17.00 de la tarde. Aun así, asegura que le encanta su trabajo. Tiene un sueldo modesto, pero le permite pagarse una casa y cubrir sus necesidades.

Su historia comienza a los 7 años, con su primer trabajo, hasta que a los 16 se hizo barquero. Fernando creció en el campo, donde no había escuela. Su familia vivía del ganado y solo podían permitirse enviar a algunos de los 19 hermanos que eran a la ciudad. Tiene tres hijos: el mayor estudia psicología en Canadá, mientras que los otros dos residen en Holanda. "Me preocupé para que mis hijos estudiasen y tuviesen una mejor calidad de vida", afirma.

El barquero, en cambio, no tuvo las mismas oportunidades. Su familia era muy humilde y no querían que estudiase, pues en aquellos tiempos la mentalidad era distinta, y las necesidades eran otras. Pese a su aspecto juvenil, Fernando cumplirá 48 años en agosto. "Yo ya soy mayor, no tengo toda una vida por delante, pero me hubiese gustado estudiar magisterio", confiesa.

Mientras converso con Fernando en uno de sus numerosos viajes, me muestra fotografías de sus 5 nietos, a quienes no ve todo lo que querría. A dos de ellos, incluso, no les conoce.

A pesar de esto, agradece que su trabajo le haya permitido ofrecer a sus hijos las oportunidades que él no tuvo. Y ahora, después de 31 años, es tan parte del parque como lo son las cuevas por las que a diario ve pasar a decenas de turistas.