Diario de Ruta 2018, Yucatán

Una aventura con destino Punta Mosquito

El enclave estratégico de la isla de Holbox en Yucatán permitió a un grupo de expedicionarios descubrir la magia de convivir de cerca con una colonia de flamencos

Tras un primer intento fallido, decidimos emprender de nuevo nuestra travesía. La previsión del tiempo dictaba tarde de tormenta, pero esa no fue una excusa para iniciar la ruta. Teníamos a Punta Mosquito como objetivo, uno de los lugares más emblemáticos de la isla de Holbox, en el caribe mexicano.

Las nubes se contuvieron hasta que a mitad de camino comenzó una típica lluvia tropical, de esas que empapan en dos minutos y se van para dar paso a un cielo radiante y luminoso. Sentir la lluvia en medio de tanta naturaleza fue toda una experiencia.

La arena húmeda del camino dificultaba el trayecto. Los pies se hundían en ella y nos hacían sentir atrapados en la tierra empapada. Ni el fango ni la lluvia nos pararon. El grupo era compacto y cada fenómeno natural era una nueva sensación a descubrir. A vivir.

Un primer obstáculo en forma de riachuelo nos hizo dudar, pero los flamencos a lo lejos nos devolvieron la ilusión y olvidamos las dificultades. El paso se hacía difícil porque en el fondo del agua parecía que la tierra se tragara los pasos. No sabíamos en dónde pisábamos, pero la ilusión de estar en el mismo lugar que las estilizadas aves rosadas fue más fuerte. Estaban en su hábitat natural, sin ningún tipo de prohibición o límite, solo el propio sentido de supervivencia de ellas y el sentido común de nosotros, testigos de sus vuelos perfectos.

Estamos en la orilla y vemos los flamencos en el horizonte, a pocos metros. Aterrizan en un banco de arena que simula que caminan en la mitad del mar. Ver las aves desde la orilla nos sabe a poco por lo que nos adentramos, despacio y con respeto, a los bancos de arena. Sentimos que el nombre del lugar hace justicia: cientos de mosquitos vuelan sobre cada uno de nuestros cuerpos, nos atacan. Buscamos el agua también como salvación.

Un grupo de expedicionarios en Punta Mosquito. Yolanda Santiago

El inicio es también complicado. Algún expedicionario decide no pisar las arenas casi movedizas que vuelven a tragar los pasos. Vamos con cuidado, sin prisa. Pocos metros después, la arena es sólida, una barrera más superada. En el camino, que hacemos con el agua en las rodillas, hay peces con estampados llamativos que nadan muy rápido asustados por nuestras pisadas. Estamos muy cerca.

Nuestra cercanía a los bancos de arena alerta a los flamencos. Notan nuestra presencia y comienzan a alejarse. Vemos cómo se mueven. Estamos cerca de ellos y somos testigos de su vuelo. Se impulsan con sus patas dando pasos por el agua, pedalean en ella para empezar a volar, mueven sus alas rosa, planean sobre el agua en movimientos sincronizados. Suelen volar en pareja y dan cuenta de su carácter monógamo. Sus cuerpos son muy delgados y cuando vuelan parecen líneas rectas en el horizonte a las que se anexan dos alas enormes. Sus finas patas se mimetizan en el aire. Luego de sus viajes, en este caso cortos, vuelcan sus alas para el aterrizaje y vuelven a dar tres o cuatro zancadas para disminuir la velocidad del vuelo y aterrizar suavemente sobre el mar.

Los flamencos se alejan y nos acercamos hacia otro banco de arena en donde vemos otro tipo de especies, peces que saltan casi sobre nuestros pies, mantarrayas, XXX y fragatas. Es un lugar con grandes charcos que reflejan las nubes con miles de colores, no parece que sea real. Seguimos las pisadas de los pájaros, la arena es rosa debido al alimento de los flamencos. El mar y el cielo se juntan con grandes nubes, tan cerca del agua que se funden y las distintas especies hacen de este lugar un paraíso.

Llegamos hasta el final de la lengua de playa. Parece que camináramos sobre el agua, como el milagro bíblico. Es hora de volver. El sol ahora es nuestro acompañante y la vuelta se hace corta. La experiencia ha sido inolvidable.

Punta Mosquito bien puede representar la magia de Hol Box. Una isla pequeña con una naturaleza salvaje y poco explotada lo que la convierte en un paisaje único. Poder llegar hasta allí, sin embargo, no deja de plantear una preocupación. Al igual que nosotros accedimos sin problemas, otros muchos también lo pueden hacer.

La relación casi directa entre la fauna y nosotros marcó una aventura especial y única. La oportunidad de escuchar y apreciar la belleza de la fauna y conectar de una manera tan pura con ella fue un privilegio que pocas personas podrán vivir.

                                                                                Yolanda Santiago-4/9/18 Holbox