Por Daniela Sosa
Amanece a las 6:27 en la ciudad de Bishkek.
Hoy es el Día de la Educación en Kirguistán y coincide con el inicio de clases: así nos cuenta Edil, nuestro guía local.
Los niños van por las calles con flores para sus maestros y algunas lágrimas en los ojos, ¿será por la emoción de un nuevo comienzo o la pena del fin de las vacaciones? Edil no sabe la respuesta.
Los tahinos amanecen un poco más tarde.
El desayuno comienza a las 8 y todos a las 9:06 ya están en el bus, preparados para el primer día en la montaña. El color verde militar predomina en la vestimenta, debidamente identificada con el logo de Tahina Can edición Kirguistán 2025.
La expedición se dirige a la cordillera de Tian Shan, montañas celestiales en chino o coloridas en kirguis. Esta cadena montañosa cubre el 85% del país e incluye el pico Jengish Chokusu (nombre oficial en Kirguis), Pik Pobedy (en ruso), Tuomuer Feng (en chino) o Victoria (traducción al castellano), el más alto de Kirguistán, ubicado a 7439 metros de altitud y situado en la frontera oriental con China, el gigante asiático.
La fauna típica de la zona tiene como estrella al leopardo de las nieves. Kirguistán es uno de los 12 países donde vive el leopardo conocido como “fantasma de las montañas” por su dificultad para encontrarlo y aquí viven entre 700-800 especímenes. En el parque también habita la marmota Himalaya, la ardilla roja, el águila dorada, la cabra montes ibérica, el jabalí, el perdígallo Himalaya, la pika, el lobo y el zorro rojo entre otros animales.
La aventura comienza en el estacionamiento del parque nacional Ala-Archa (en kirguís, “enebro multicolor”). El parque se encuentra a 40 kilometros al sur de Bishkek y es un popular paseo para los locales y turistas. Cuenta con zonas de picnic, rutas de trekking y alpinismo.
Su extensión es de unos 200 kilómetros cuadrados y su altitud varia entre 1500 y 4895 metros. El río principal es quien da nombre al parque y también lo acompañan dos pequeños ríos, Adygene y el Ak-Sai.
Luego de recibir una bolsa con los almuerzos y cargar las botellas de agua para el trayecto, empieza la magia. Todos los tahinos formados en filas guiados por Lluis Pont, al ritmo de la canción “Vida plena”, nuevo himno de la expedición, mueven sus cuerpos llenándolos de energía para el trekking.
La caminata comienza a 2200 metros y va escalando en dificultad. Al inicio por el asfalto y una leve inclinación. Luego un camino un poco más inclinado, pasando por otro más angosto al borde de la montaña. Las piedras aparecen en la ruta y al final a ellas se suma la mayor inclinación y tierra suelta que dificultan el ascenso del equipo. Los más ágiles encabezan la expedición, mientras que los menos entrenados luchan con la dificultad del sendero.
El sol está presente en todo el recorrido y aporta la temperatura ideal para que los expedicionarios no requieran agregar abrigo a su vestimenta inicial.
La meta es la cascada Ak-Say, a 2735 metros de altura. Se trata de una caída de agua de 20 metros, proveniente del glaciar homónimo. Luego de tres horas y media de recorrido y varias paradas para descansar, conversar, hacer fotos y comer alguna barrita de cereales incluida en nuestra bolsa, llegamos.
Algunas sonrisas muestran satisfacción por el camino logrado, otras cansancio por la dificultad del mismo pero en la energía grupal se nota que valió la pena el esfuerzo. Algunos se hacen fotos bajo las gotas de agua que mojan los objetivos de las cámaras, otros ya aprovechan para sentarse a comer y recuperar energía para el camino de vuelta. El sol continúa acompañando, aunque el fresco de la montaña y las gotas que el viento hace llegar desde la cascada hacen que algunos tengan que abrigarse un poco.
A la hora pautada para el regreso, comenzamos el descenso. La vuelta parece más fácil, pero la dificultad está en la tierra suelta que genera algunos resbalones. Algunos son simples tropezones, pero otros terminan en caídas que requieren que el médico entre en acción.
Al llegar al final de la ruta, las aventuras y experiencias se comparten en el equipo.
Las historias de un médico rescatado de una caída al vacío por una expedicionaria se confunden con la de una expedicionaria rescatada por un médico. Las versiones son confusas. El único testigo del hecho resultó ser un testigo falso, ya que caminaba por delante de los involucrados y no presenció el momento justo del acontecimiento. El periodismo trata de ser objetivo, pero en este, como en muchos casos más, la verdad de lo sucedido dependerá de quien cuenta la historia.
Lo que sí es un hecho, es que el siguiente destino es el restaurante Navat para la merecida cena. El restaurante sorprende por su decoración. “Siento que estoy en Marruecos” se escucha varias veces.
El grupo se nota algo cansado, pero a medida que los abundantes platos típicos llegan a la mesa y suena música en vivo se va animando. Una mesa charla de signos del zodíaco con la propiedad de expertos en la materia. La otra canta y baila sentada al escuchar al músico interpretar temas populares.
Luego del postre, Edil les avisa que los camareros van a bailar. Todos observan expectantes las desconocidas danzas típicas, que resultan coreografías simples y alegres, que los tahinos imitan mientras aplauden y sonríen.
De vuelta en el bus, se informan las actividades y horarios del día siguiente. Antes de bajar, Lluis enciende un parlante y sorprende con la misma canción que iniciaron la ruta. Ahora ya todos la conocen y corean, acompañando con aplausos y movimientos de los brazos.
El día culmina con la energía que evoca la canción:
“Tengo la vida que siempre soñé
Tengo la vida que siempre creí
Traigo las manos llena’
De cosas buena’
Tengo una vida plena”













