Por Clàudia Corbella Masip
La colonización europea en África dejó una marca indeleble en muchos aspectos de la vida del continente, desde la política y la economía hasta la cultura y la geografía. Detrás de la toponimia de Uganda, se asoman reductos colonialistas que reflejan imposiciones occidentales en torno a las maravillas naturales que distinguen al país.
Las Cascadas de Murchison, situadas en el Parque Nacional del mismo nombre, fueron consagradas a Roderick Murchison, un geólogo proveniente de la Gran Bretaña del siglo XIX. “Descubiertas” por el explorador británico Samuel Baker en 1864, estas cascadas fueron nombradas en honor al británico para reconocer sus contribuciones al campo de la geología.
Por otro lado, el lago Victoria, el segundo lago más grande de África y donde, según la huella del explorador británico John Hanning Speke, nace el río Nilo, fue (re)nombrado para rendirle homenaje en 1858. Speke, cuyo objetivo era descifrar uno de los grandes enigmas geográficos de su tiempo, decidió rebautizar el lago -antes conocido como Nyanza– para honrar a la reina Victoria del Reino Unido. Sin embargo, el lago recibe también nombres indígenas procedentes de los grupos étnicos que viven alrededor, como Nalubaale, Nyanza, Ukerewe y Lolwe.
La misma situación se repite en el lago Alberto, que simboliza la frontera occidental con el Congo. Financiado también por la Royal Geographical Society, Samuel y Florence Baker emprendieron una expedición para encontrar las fuentes del río Nilo. En 1864, el matrimonio encontró el lago entonces llamado Luta Nzitge, otra fuente primaria del Nilo Blanco, y fue rebautizado con el nombre del esposo de la reina Victoria: Alberto.
Esta práctica no solo subraya la tendencia de los exploradores europeos a imponer nombres británicos en territorios descubiertos, sino que también demuestra cómo los topónimos heredados son una extensión del dominio colonial y han sido una forma de perpetuar su presencia y legado en el continente africano.
Tal circunstancia eclipsa el patrimonio cultural y histórico de los ugandeses. En este contexto, hay un creciente sentimiento de reclamación y deseo de recuperar los nombres indígenas que reflejan la identidad y la historia local. En la última década, la iniciativa de cambiar el nombre del lago Victoria ha tomado gran fuerza. Para muchos movimientos anticolonialistas, el cambio es urgente, puesto que la reina Victoria fue una de las principales defensoras de la esclavitud durante su mandato. Miembros de la Asamblea Legislativa de África Oriental proponen una palabra swahili -el idioma alternativo al inglés- para renombrar lago: Jumiya, un concepto que responde a unión, integración, armonía y fraternidad.
Estas iniciativas, focalizadas en algunos sectores de las sociedades ugandesas, tanzanas y kenianas, buscan desafiar y reformar nombres coloniales que aún persisten, buscando la promoción de una identidad africana alejada de las hitos y figuras del colonialismo.
Sesenta y dos años después de la independencia del protectorado británico en 1962, la eliminación de la iconografía colonial y la corrección de nombres de calles, monumentos y otros emplazamientos, supone la defensa de los derechos y libertades fundamentales y rememora la lucha por la autodeterminación de los pueblos africanos.