Por Clara Aymerich y Alexandra Gil
Uganda, también conocida como la gran perla de África, rinde su nombre por albergar sabanas, montañas y bosques tropicales. La gran biodiversidad de especies en estado salvaje la convierte en un lugar único en el mundo. En sus tierras habitan libremente animales como antílopes, chimpancés, búfalos, elefantes, leones y rinocerontes blancos, entre otros. Sin embargo, si hurgamos en búsqueda del trasfondo, detrás de la superfície, reluce una situación un poco más delicada.
Uganda había sido un protectorado británico durante 68 años hasta su independencia en 1962. El primer ministro, Milton Obote, tomó el poder, derogó la constitución y se declaró a sí mismo presidente, introdujo una era de golpes y contragolpes que duraron hasta mediados de los 80. El año 1971 Idi Amin tomó el control gobernando el país por medio de un régimen militar durante casi una década. Posteriormente, se sucedieron supuestas elecciones y tomas de poder hasta la llegada de Yoweri Museveni, en 1986, quien ha sido reelegido hasta la actualidad por medio de procesos electorales fraudulentos. Aunque la situación de Uganda se define como una república presidencialista es innegable la presencia de las fuerzas armadas como método de control.
La aparición del ejército en todos los ámbitos de la vida social de los ugandeses genera una dicotomía entre paisajes naturales paradisíacos y paisajes sociales delicados.
En la citada dualidad adquieren protagonismo los rangers, su área de actuación es el sector turístico como guías en parques nacionales de preservación animal. Sin embargo, para poder ejercer, cada ranger debe realizar el servicio militar durante un año. Acabado el servicio, el siguiente paso es realizar un curso especializado en la gestión y el cuidado de la fauna salvaje.
Los rangers no solamente se encargan de cuidar y velar por los animales, vigilan un territorio específico asignado por el gobierno. Si el ejecutivo nacional les asigna otro lugar porque los animales se han movido, deben trasladarse hacia ese territorio. Según el gobierno ugandés, velar por los animales en estado salvaje es una labor policial, por ello, los rangers, tienen la licencia para vestirse con armas. Lucen, ante turistas, un uniforme oficial del ejército y cargan un rifle.
Uganda está compuesta por más de 700 áreas protegidas en parques y reservas naturales, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Algunos santuarios como el Ziwa Rhino, ubicado en el distrito de Nakasongola, son financiados mediante aportaciones privadas de particulares. A efectos prácticos, la agencia encargada de conservar el parque es UWA, Conserving for Generations, una organización que depende del gobierno ugandés y sus trabajadores son rangers armados.
En cambio, otros parques naturales como el Budongo Forest, ubicado en el noroeste de la capital Kampala, al ser una organización totalmente privada, no cuentan con la ayuda de los rangers. En este caso, los encargados de enseñar el parque a los visitantes son los trackers o guías turísticos. Es un bosque tropical donde habitan entre 600 y 700 chimpancés en libertad. Los trackers consideran que pasear por el parque es seguro, ya que aseguran que la mayor amenaza es la picadura de un mosquito. De esta manera, ellos afirman que no necesitan llevar armas para poder proteger el entorno natural y a las especies de animales que habitan en él.
Los ejércitos tienen su razón de ser en la defensa de la comunidad nacional a la que pertenecen. Existen para defender a una sociedad, a un pueblo, nunca para defenderse a sí mismos. Su razón de ser se sitúa en la defensa de la comunidad que los organiza y sostiene. Tal como demuestran pensadores como Fukuyama o Huntington, existe una relación directa entre el nivel de desarrollo democrático y los riesgos de intervencionismo militar. Lo demuestra la historia mediante la organización política de los pueblos y el nivel de democracia. No se puede negar que los ejércitos aparecen en múltiples ocasiones como instrumentos de los intereses de un personaje concreto, de una clase social o de un grupo determinado.
En Uganda, un país que vive de la agricultura, el turismo natural se ha convertido en una actividad necesaria para la economía. Fruto de este tipo de actividad, la normalización de la figura del ejército ha sumergido a la sociedad dentro de un control invisibilizado enmascarado en la seguridad de los turistas y los propios rangers. ¿Hasta qué punto la cotidianidad de los ugandeses está marcada por la intervención militar?.
Uganda, también conocida como la gran perla de África, rinde su nombre por albergar sabanas, montañas y bosques tropicales. La gran biodiversidad de especies en estado salvaje la convierte en un lugar único en el mundo. En sus tierras habitan libremente animales como antílopes, chimpancés, búfalos, elefantes, leones y rinocerontes blancos, entre otros. Sin embargo, si hurgamos en búsqueda del trasfondo, detrás de la superfície, reluce una situación un poco más delicada.
Uganda había sido un protectorado británico durante 68 años hasta su independencia en 1962. El primer ministro, Milton Obote, tomó el poder, derogó la constitución y se declaró a sí mismo presidente, introdujo una era de golpes y contragolpes que duraron hasta mediados de los 80. El año 1971 Idi Amin tomó el control gobernando el país por medio de un régimen militar durante casi una década. Posteriormente, se sucedieron supuestas elecciones y tomas de poder hasta la llegada de Yoweri Museveni, en 1986, quien ha sido reelegido hasta la actualidad por medio de procesos electorales fraudulentos. Aunque la situación de Uganda se define como una república presidencialista es innegable la presencia de las fuerzas armadas como método de control.
La aparición del ejército en todos los ámbitos de la vida social de los ugandeses genera una dicotomía entre paisajes naturales paradisíacos y paisajes sociales delicados.
En la citada dualidad adquieren protagonismo los rangers, su área de actuación es el sector turístico como guías en parques nacionales de preservación animal. Sin embargo, para poder ejercer, cada ranger debe realizar el servicio militar durante un año. Acabado el servicio, el siguiente paso es realizar un curso especializado en la gestión y el cuidado de la fauna salvaje.
Los rangers no solamente se encargan de cuidar y velar por los animales, vigilan un territorio específico asignado por el gobierno. Si el ejecutivo nacional les asigna otro lugar porque los animales se han movido, deben trasladarse hacia ese territorio. Según el gobierno ugandés, velar por los animales en estado salvaje es una labor policial, por ello, los rangers, tienen la licencia para vestirse con armas. Lucen, ante turistas, un uniforme oficial del ejército y cargan un rifle.
Uganda está compuesta por más de 700 áreas protegidas en parques y reservas naturales, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Algunos santuarios como el Ziwa Rhino, ubicado en el distrito de Nakasongola, son financiados mediante aportaciones privadas de particulares. A efectos prácticos, la agencia encargada de conservar el parque es UWA, Conserving for Generations, una organización que depende del gobierno ugandés y sus trabajadores son rangers armados.
En cambio, otros parques naturales como el Budongo Forest, ubicado en el noroeste de la capital Kampala, al ser una organización totalmente privada, no cuentan con la ayuda de los rangers. En este caso, los encargados de enseñar el parque a los visitantes son los trackers o guías turísticos. Es un bosque tropical donde habitan entre 600 y 700 chimpancés en libertad. Los trackers consideran que pasear por el parque es seguro, ya que aseguran que la mayor amenaza es la picadura de un mosquito. De esta manera, ellos afirman que no necesitan llevar armas para poder proteger el entorno natural y a las especies de animales que habitan en él.
Los ejércitos tienen su razón de ser en la defensa de la comunidad nacional a la que pertenecen. Existen para defender a una sociedad, a un pueblo, nunca para defenderse a sí mismos. Su razón de ser se sitúa en la defensa de la comunidad que los organiza y sostiene. Tal como demuestran pensadores como Fukuyama o Huntington, existe una relación directa entre el nivel de desarrollo democrático y los riesgos de intervencionismo militar. Lo demuestra la historia mediante la organización política de los pueblos y el nivel de democracia. No se puede negar que los ejércitos aparecen en múltiples ocasiones como instrumentos de los intereses de un personaje concreto, de una clase social o de un grupo determinado.
En Uganda, un país que vive de la agricultura, el turismo natural se ha convertido en una actividad necesaria para la economía. Fruto de este tipo de actividad, la normalización de la figura del ejército ha sumergido a la sociedad dentro de un control invisibilizado enmascarado en la seguridad de los turistas y los propios rangers. ¿Hasta qué punto la cotidianidad de los ugandeses está marcada por la intervención militar?