Diario de Ruta 2013-2014, Tailandia

Aulala, el guía de las sonrisas

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Aulala está justo en medio de la fila de expedicionarios mientras caminamos por el bosque Mae Taeng

Aulala, es un ayudante del guía Lu, encargado de acompañar a la expedición Tahina-Can en la visita a las tribus Karen y Lahu. Aulala, que se pronuncia “ulala”, no habla español, pero si algo de inglés y de francés, lo suficiente para hacerse entender.

En un arranque de aburrimiento comienza a jugar con parte de la expedición a imitar sonidos de animales y de repente su risa, una risa de niño pequeño y pícaro que conserva a sus 33 años, inunda el camino por el que avanzamos.

Con 14 años Aulala dejó el colegio para ayudar a su madre y a su padre en las tareas del campo, en una aldea de la tribu Karen. Desde hace dos años ejerce como guía, ayudante, cocinero y compañero de los extranjeros interesados en conocer y experimentar la Tailandia profunda. Fue gracias a su contacto con los visitantes que ha aprendido idiomas, en total habla cuatro: thai, inglés, francés y el de su tribu natal.

Le gusta su trabajo porque ve “a la gente muy feliz” y, a pesar de no ser él el viajero, conoce nuevas culturas. En su vida se ha planteado mudarse a otro país pues confiesa que ya sabe todo sobre su realidad más inmediata, los pueblos, animales y la jungla, y  que no cambiaría este por ningún lugar del mundo, al verlo dirigir con gran habilidad la balsa de bambú por el río Mae Tang -Madre, en castellano-, no cabe duda de ello.

Profesa la religión cristiana, como sus padres, algo chocante al ser el budismo la religión imperante en el país del sudeste asiático: “Hace muchos años venían personas cristianas a ayudar y nos trasnmitieron su religión”, explica Aulala. Es curioso ver gente al otro lado del mundo, con unos rasgos y costumbres tan diferentes profesar una religión tan familiar y cercana a nuestra realidad. Aunque algunos niños lleven crucifijos colgando de su cuello, las tribus continúan creyendo en los espíritus del bosque y la sintonía con la naturaleza.

Por la noche, alrededor de la hoguera en la tribu Karen, nos desvela otra de sus habilidades: canta mejor que bien y además toca la guitarra, también lo aprendió de manera autodidacta. Él tampoco se libra de la globalización. Cuando va a Chiang Mai, la gran ciudad más cercana, con más de dos millones de habitantes en su área de influencia, a visitar a uno de sus tres hermanos, mira la televisión y recibe todo tipo de inputs occidentales: conoce a Bob Marley y su famoso “No woman no cry”, y hasta se atreve con canciones más modernas como el Gangnam Style, baile incluido.

El hueso deforme de su muñeca derecha se explica por su dedicación durante muchos años al Muay Thai, el deporte típico tailandés del que deriva el kick boxing, un deporte que requiere agilidad y fuerza a partes iguales para derrotar al contrincante, este chico es una caja de sorpresas.

‘Sonrisa’ es la palabra perfecta para definir la expresión de Aulala. Cuando esta se instala en su rostro se le marcan arrugas, únicas delatoras de su edad, alrededor de los ojos, que se achinan un poco más. El guía ha sido una persona más, y a su vez especial, que se ha cruzado en el camino de los expedicionarios dejando huella en lo que serán recuerdos de la aventura en el antiguo Reino el Siam.