Entre sonidos que suenan a ecos coloniales caminamos por las calles de Cartagena de Indias. Una ciudad que sin duda se caracteriza por la esencia que desprenden todos sus rincones invade nuestras pupilas. Es inevitable no querer avanzar.
Entre sonidos que suenan a ecos coloniales caminamos por las calles de Cartagena de Indias. Una ciudad que sin duda se caracteriza por la esencia que desprenden todos sus rincones invade nuestras pupilas. Es inevitable no querer avanzar.
Recorro con la mirada los establecimientos llenos de color y magia. Vendedores ambulantes y artistas callejeros, siempre dispuestos al regateo, pululan de un lado a otro.
Las fotografías capturadas son constantes, hay tanto por plasmar y tanto que queremos recordar… Desde el rostro arrugado de aquel anciano leyendo el periódico del día anterior, hasta las lágrimas del niño que no quiere acompañar a su madre a comprar. El músico incesante con un altavoz en el hombro que improvisa raps, los turistas que beben cerveza fresca para combatir el pesado calor tropical.
Cartagena es todo edificios de colores corroídos por la humedad y amplias balconadas que te encauzan hacia el salado olor del mar. El contraste de lo nuevo y lo viejo dividido por una imponente muralla.
Es gigante el poder de esta ciudad de contrastes, que te envuelve y te invita volver nada más empezar a conocerla.