Diario de Ruta

Un encuentro íntimo con las tribus del Omo

Por Nàstia Mas

Destino: el poblado de la etnia Dessenech. Antes, un cadáver. El cuerpo de un lagarto descendiente del dragón de Komodo en medio de la carretera frena la conducción de los autobuses. Los expedicionarios miran con atención el animal como un objeto exótico en medio de la nada.

Tras el paréntesis, se reanuda el viaje hasta una escuela de dicho poblado. El director y uno de los profesores reciben a los visitantes con gratitud, pues se les entrega material escolar. Durante el discurso, los locales explican las carencias del edificio educativo: falta de clases, baños -que ahí son inexistentes- y alimentos. Para acompañar la experiencia solidaria, los visitantes plantan un árbol en el jardín de la escuela: simboliza el enlace creado entre los expedicionarios y la tierra que se visita.

La vista desaparece. Los ojos se entreabren o, directamente, se cierran. La tormenta de arena que se encuentran los expedicionarios de camino a la aldea Dessenech, ubicada en la parte más meridional del delta del Omo, aumenta las complicaciones del ejercicio del periodismo al máximo nivel. De todos modos, aprenden acerca del rol de las mujeres en esta sociedad, la gente mayor y el agua como recurso imprescindible para la supervivencia del ser humano. Desde esta experiencia los expedicionarios, bañados por la arena de la tormenta, ponen rumbo de retorno al hotel de Turmi.

Por la tarde, son los Hamer quienes reciben la visita del grupo. Presencian las viviendas de la tribu -y etnia-. Saborean las cáscaras del café infusionadas; un tipo de té que los locales toman constantemente durante el dia. Mientras, juegan con los niños y compran accesorios elaborados por ellos.

El fin del día es el momento más esperado de la jornada: una cena en la aldea de otra familia Hamer. Para algunos expedicionarios, es la alegría de volver a ver a aquellos infantes y mujeres que el día anterior ya habían visitado con el guía. El plato principal: cabra. Junto con una hoguera donde se prepara la comida, los expedicionarios viven un momento mágico de convivencia con los locales.