Los expedicionarios salieron del campamento una vez más para realizar una visita a una familia quechua. Después del almuerzo, los tahinos se subieron de nuevo a la canoa. Tras unos minutos, llegaron a su destino a través del río Napo.
Conducidos por su guía de la misma etnia ecuatoriana, conocieron algunas de las especies vegetales más comunes para las comunidades de la Amazonía ecuatoriana. Pudieron ver plantas bananeras, plantas del café, de cacao, probar la güaba; y ver otro tipo de especies como el lachote (un fruto rojo que sirvió como colorante para pintar la piel de los expedicionarios); la condición, una planta alucinógena empleada por los shamanes, y oler las raíces de la hallahuaska, de mucha fuerza, que sorprendió a los visitantes.
También el guía enseñó a los tahinos dos palabras básicas en quichwa: aspakagrachu = gracias; y alichisi = buenas tardes.
Tras esto, los expedicionarios fueron recibidos en la casa de la familia Vargas, indígena y propia del lugar. La familia estaba formada por la mujer, el hombre y sus once hijos. La casa estaba formada por dos construcciones de madera y tejado de palma seca, ambos en un gran terreno cultivado próximo al río.
Los tahinos pudieron conocer y preguntar sobre el modo de vida de la familia, así como sus características y costumbres. Vieron los utensilios y muebles empleados. Por último, degustaron comida tradicional preparada al mismo tiempo por la mujer de la familia, cocinada al fuego y servida en hoja de bihao.
La degustación consistía en: yuca, banana, palmito, pescado karachama y fruta de pan o paparahua (un fruto similar a las castañas). Además se ofreció chicha, una bebida fermentada tomada diariamente y de gran importancia en la alimentación quechua.
Ya en la despedida, los expedicionarios obsequiaron a los niños de la familia y con un último aspakagrachu, agradecieron la experiencia.