Por Blanca Serrano Beltejar
”El niño tendrá derecho a crecer y desarrollarse en buena salud; con este fin deberán proporcionarse, tanto a él como a su madre, cuidados especiales, incluso atención prenatal y postnatal“ enuncia la Declaración de los Derechos del Niño firmada en 1959 por los 78 Estados miembros de la ONU.
Según esta declaración todo niño y su madre deberían tener acceso a unos cuidados médicos básicos y una vida saludable. Sin embargo, es difícil saber cuánto de verdad hay en esto. En un país desarrollado como España los Derechos del Niño están asegurados, pero ¿qué pasa con Etiopía?
Casi un 50% de la población etíope son niños menores de 17 años. Niños que viven corriendo descalzos por las calles y poblados. Niños cuya asistencia sanitaria se basa mayoritariamente en remedios tradicionales debido a la falta de recursos para ir al médico o a las creencias del lugar en el que viven. Solo unos pocos afortunados pueden recibir atención médica profesional mientras el resto espera curarse con tiempo y suerte.
Por otro lado, sabiendo la situación de pobreza de Etiopía desde los países desarrollados se tiende a creer que los niños no son felices. Que por el hecho de no tener ropa o juguetes a estrenar cada semana son menos afortunados que cualquier otro niño.
Sin embargo, la famosa frase ”lo tienen todo teniendo nada” se cumple.
Son niños que reciben a cualquiera con una sonrisa y cogiendo de la mano a aquel que se la devuelva. Siempre después de un “Hello, what’s your name” en un perfecto imperfecto inglés. A continuación la comunicación se convierte en un intercambio de miradas, sonrisas, bailes y juegos que reblandecen el corazón.
Una rueda y un palo son suficientes para mantener entretenido a un niño cuya mayor preocupación es aguantar la rueda en equilibrio en un camino lleno de tierra y piedras sueltas. Mientras tanto, un niño en España se fríe las neuronas sentado delante de una consola por horas.
Al hacer una primera comparativa entre la infancia en España y la infancia en Etiopía, se tiende a creer que un niño español es mucho más feliz por tenerlo “todo”, pero, los niños etíopes demuestran que la felicidad se encuentra realmente en la sencillez de las pequeñas cosas.