8 días para no olvidar
El mejor recuerdo que tengo de la Expedición Tahina-Can Bancaja es, paradójicamente, la despedida. No porque deseara regresar pronto a casa. Lo único que pedía en ese momento era poder prolongar, un poco más, mis días como expedicionaria. Quizás en algún momento la vida decida concederme ese deseo. Tahina-Can Bancaja Perú ha sido, para mí, una valiosa experiencia de aprendizaje sobre la cultura de mi país, la amistad y el ejercicio del periodismo.
Creo que cuando uno se embarca en la aventura de viajar durante cerca de 8 días con un grupo de, más o menos, 60 desconocidos, no puede saber lo que va a suceder. Generamos expectativas, desde luego, pero difícilmente certezas anticipadas. Yo tampoco podía saber, cuando comenzó la aventura, que la convivencia con los expedicionarios pudiera resultar tan inolvidable.
Fui invitada a participar de la expedición como estudiante peruana. Pude acompañar durante ocho días a 60 personas muy distintas de mí. Y pude conocer las diferentes maneras que tenían de reaccionar, de expresarse ante lo que veían, sentían y conocían por primera vez. Ha sido completamente enriquecedor conocer mi país, un poco más, acompañada por las miradas acuciosas y siempre inquietas de los tahinos. Me devolvieron un poco la sospecha sobre ciertas cosas que, hasta hace poco, consideraba normales o usuales en la realidad peruana.
Fue un viaje intenso en todos los sentidos. Después de largas jornadas de subir y bajar de buses, botes, aviones, nos esperaban faenas de trabajo periodístico y debate. Sin duda, la expedición cambió mi manera de experimentar el placer en el viaje. Si pudiera haberle ordenado a mi cuerpo no necesitar descanso, lo hubiera hecho. La experiencia era como para no cerrar los ojos. No solo se trataba de vivirla, sino de poder contarla.
Y bueno, al final, no expliqué por qué la despedida fue tan significativa. Tengo una escena que aparece en mi mente todo el tiempo desde entonces. Despidiéndome uno a uno de todos los expedicionarios, agradeciéndoles por los maravillosos momentos de trabajo, esfuerzo y risas, de pronto me vi rodeada de muchos. Era una gran abrazo fraterno que mis amigos acompañaban de besos y de ‘no te olvidaremos’/ ‘no te olvides’. Pues no, yo no podré olvidarlos, ni lo que vivimos juntos durante esos días.