Un sueño de ocho días
Cuando despierto de un sueño que me haya parecido particularmente interesante trato de contármelo a mí mismo inmediatamente, trato de recordar todos los personajes y todas las situaciones antes de que se difuminen y caigan en el olvido, trato de escribir en donde sea alguna palabra que me ayude a recordar todo lo sucedido dentro de un par de horas. La mayoría de las veces no lo logro, sin embargo –y aun cuando no siempre recuerde los detalles-, todos los sueños dejan una característica, una sensación, algo inexacto y difícil de explicar.
No me gustan los clichés, pero creo que la mejor comparación de lo que fue
Y es por esto que comparo el viaje con un sueño. Si bien esta irrupción no ha dejado cambios en mi rutina –al despertar del sueño se vuelve a la realidad, sería genial que estos viajes se hubiesen convertido en mi nueva rutina, en mi quehacer diario-, sí que ha dejado miles de experiencias y sentimientos. Ha sido la primera vez que he conocido muchas ciudades y muchos paisajes, muchas rutas y muchas costumbres; primera vez también que había que relatar lo vivido de manera tan rápida, casi sin procesar, primera vez que oficié de periodista y primera vez que quería trabajar aun cuando estuviera cansado.
Ha pasado poco más de un mes y ya he olvidado el nombre de muchos de los pueblos que visitamos, muchos datos, mucha información. Probablemente siga olvidando cosas, ya lo dije, tengo mala memoria y ya me resigné a ello; pero lo que estoy seguro de no poder olvidar son esos pequeños momentos compartidos, lo que yo pude recoger de mis compañeros tahinos: las conversaciones en los buses, la curiosidad por el otro, la tremenda admiración ante lo nuevo, ante lo ofrecido por el viaje, las ganas constantes de aprehenderlo todo, de caminar por la ciudad, por el pueblo o por un valle, por donde se esté, qué más da el lugar con tal de convertirse en una esponja que lo absorba todo. Hubo caídas y hubo quejas, por los horarios, por el cansancio y por la altura; pero sobre todo hubo sonrisas, siempre sonrisas, y eso es lo que estoy seguro de no olvidar jamás.