Noticias 2009, Ecuador

Hambre de fuga

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Crucé el Atlántico por primera vez en agosto de 1998. El destino: Ecuador. La duración del periplo: un año. El objetivo de la aventura: ‘buscar'. Y ahora, a menudo, me pregunto apesadumbrado si en lugar de haber pasado un año por tierras andinas, hubiera sido mejor ir a Sydney, Florida o Ottawa. Hoy, sin duda, dominaría el inglés o, al menos, sabría mucho más del que ahora recuerdo.

Sin embargo, de no haber pasado aquel año en Ecuador, todo sería muy distinto y yo sería otro. Porque no hubiera vivido 365 días inolvidables en un país -hoy diminuto- que, tiempo atrás, llegó a extenderse desde el Atlántico al Pacífico. Porque hoy tendría un hermano menos (gracias, Geovanni). Porque nunca hubiera pasado unas navidades a más de 20 grados, ni recibido aquella "limpia" mágica en un barrio perdido de la urbe quiteña. Porque jamás hubiera sabido redescubrir a los míos y no hubiera aprendido que la suma de uno y uno, siempre es uno (si se aprende a compartir). Porque no hubiera nacido en mí ese "hambre de fuga" y ese cordón umbilical que desde aquel año me unieron, para siempre, a Latinoamérica y que luego me llevaron a Perú, El Salvador, Guatemala, Chile, Nicaragua, México, Brasil, República Dominicana, Cuba, Costa Rica, Panamá…

Porque no hubiera conocido de forma tan intensa a Rulfo y su Cómala, a Skármetta y un Chile que ‘ardía’, ni el pincel altivo y orgulloso de Guayasamín. Porque no hubiera probado la fanesca, ni hubiera sabido que era ser un longo (indio) en una sociedad de marcados abismos sociales. Porque tampoco conocería a Kark ni a su pueblo, los shuars. Porque no hubiera entrevistado a Luis Eduardo Aute ni a Rosa Montero (sí, fue en Quito). Y porque jamás hubiera conocido a Gabi, Jeannette, Sebastián, Marta, Pedro, Felipe, Sara, Ramiro, Juan

Manuel, Toni, Octavio, Eric…   

Por que hoy no sería capaz de escribir en un mal quichua o runa shini (‘la lengua de la gente’) aquel sabio pensamiento que me regaló Aurelio: "Allinkay kunaq a ñawpaqman rinqa kay pachamanta" (‘Las cosas hermosas cambiarán este mundo’).

Por que no hubiera descubierto, en la espesa, infernal, asfixiante y cautivadora jungla que rodea al río Tiputini, que el animal más peligroso que habita el Amazonas no es el jaguar, ni el puma, ni la boa constrictor, ni la piraña, ni la anguila eléctrica y sus descargas de más de 700 voltios… La verdadera amenaza es el hombre. Pero no aquel que viste taparrabos y empuña arco y cerbatana. El verdadero peligro se esconde tras las escopetas de los cazadores furtivos, bajo las sotanas de predicadores sin escrúpulos y detrás de ostentosos trajes y corbatas a las órdenes de empresas petroleras, compañías farmacéuticas y otras multinacionales que han llegado, incluso, a comprar miles de kilómetros cuadrados de selva donde, desde hace cientos de años, viven tribus indígenas.     

Y así pasaron cerca de 365 días en Ecuador. Intensos, diferentes, inolvidables. La verdad no sé por qué, teniendo siempre tantas cosas que hacer, dedico horas y horas a encontrar solución a preguntas cuya respuesta ya sé de antemano. Ir a Ecuador fue un acierto. Regresar ahora, diez años después, con vosotros, en el marco de este proyecto, volverá a serlo. Lo más curioso: estos días tenía la sensación de volver a… casa.  

 

Santiago Tejedor, coordinador general. Expedición Tahina-Can Bancaja.
Barcelona – Quito. Junio de 2009.