4.800 metros, y un grupo más reducido ha ascendido hasta los 5.000 metros llegando al hielo del Cotopaxi.
Son las ocho de la mañana. Salimos los 60 expedicionarios del Hotel Quito con maletas, bolsas y recuerdos a cuestas. Subimos al autocar y nos despedimos de la capital: "Hasta el día 17,hasta pronto".
Nos dirigimos al Cotopaxi, volcán de 5.897 metros de altura. 5.897 metros repletos de retos y aventuras. Se trata del segundo volcán activo más alto del mundo.
En el viaje en autocar mi mente fabula con la ascensión a este gigante de pico nevado, mientras mi mirada va recorriendo cada centímetro de paisaje que se le va presentando a través del cristal de la ventanilla: se trata de la "Avenida de los Volcanes". Montañas y volcanes de tamaños y colores diversos se van sucediendo.
Y de repente, a lo lejos, se alza majestuoso y colosal este volcán, el Cotopaxi, "cuello de la Luna".
A medida que nos acercamos, su figura se me presenta cada vez más atractiva, y la tentación de poner un pie en sus nieves se hace irresistible.
Después de un largo camino serpenteante de piedras y polvo, el volcán nos deja a las faldas del volcán a 4.500 metros.
La ascensión comienza aquí. Un viento helado azota mis mejillas impregnadas de crema solar, a la vez que mi cuerpo se asfixia bajo 6 capas de prendas de abrigo. La emoción y las ganas de aventura nos abordan a los expedicionarios. Pero el cansancio, el mal de altura y las duras condiciones del ascenso empiezan a hacernos mella a algunos de los del grupo.
Repentinamente, ha augmentado de manera extraordinaria mi frecuencia cardíaca. Mi respiración se acelera, y mi cerebro se agota. Entonces me doy cuenta de que este malestar va a estar presente durante la mayor parte del ascenso.
Al fin casi todo el grupo conseguimos la primera meta: alcanzar el Refugio, a 4800 metros.
Unos 30 valientes deciden seguir la aventura y el ascenso, mientras el resto esperamos en el Refugio con una taza de chocolate caliente entre las manos. Su meta: tocar hielo.
Los primeros metros son los más duros. Parece una misión imposible. Pero, nuevamente, el valor gana
al desanimó y el grupo sigue ascendiendo a buen ritmo. Después de casi media hora, y 200 metros de ascensión, los expedicionarios empiezan a divisar el blanco y azul del hielo. El glaciar está cerca, y con ello, la meta.
Unos primeros minutos de silencio para saborear la victoria. Después, admiración, fascinación y satisfacción
personal. La Expedición, o almenos una representación de ella, han conseguido llegar hasta la falda helada del Cotopaxi, tan solo a 1.000 metros de la cima.