Mariona Grau
Muhammed y su familia viven en una cueva del pueblo de Maymand, en la provincia de Kerman. Heredó la cueva de su abuelo y ha hecho de esta su hogar. Allí vive junto a su mujer y sus dos hijas. La familia se mantiene gracias al sueldo que Muhammed obtiene trabajando en una fábrica, mientras que su mujer se ocupa de las tareas del hogar y sus hijas asisten a clase durante los períodos escolares. Antes de casarse, su mujer residía en la ciudad. Hoy día, para llegar a ella necesitan utilizar el coche.
Aun el paso del tiempo y el desarrollo de los pueblos y ciudades esta familia sigue viviendo en una cueva. Como la de Muhammed, nueve familias más comparten esta situación. Maymand no es un pueblo cualquiera, pues este acumula más de diez mil años antiguedad. Desde 2005 es considerado patrimonio de la humanidad por la UNESCO. Fue fundado por trogloditas que empezaron a habitar cuevas durante la mitad del año más fría, mientras que la mitad más calurosa se trasladaban al otro lado de la montaña, donde los animales les proporcionaban alimentación y vestimenta.
La familia como la de Muhammed, a diferencia de las familias trogloditas de hace diez mil años ya no cuidan de ganado. Es gracias al turismo y la industria que tienen lo necesario para vivir, como electricidad. De esta misma manera, el pueblo logra conservarse y restaurar así sus puntos históricos de mayor relevancia.
El lugar de referencia de Maymand para sus habitantes, así como en otros muchos pueblos de Irán, era el conocido templo del fuego. Este no solo era un lugar de oración, sino que allí los sacerdotes se encargaban de mantener la llama eterna, la cual proveía de fuego a las personas que residían en el lugar y permitía que pudieran cocinar, mantener la cueva caliente o, simplemente, tener luz. Además, este fuego se utilizaba para quemar la resina que cubría los techos de la cuevas y evitar desprendimientos, así como ahuyentar escorpiones y tarántulas.
Quién sabe cuantas generaciones más seguirán habitando este lugar único. Mientras fuera el mundo es cada vez más acelerado, en Maymand el tiempo es estático. Y la llama eterna del fuego que una vez mantuvo protegidos a sus antepasados permanece en los corazones de todos aquellos que visitan Maymand.