Bruno Chapouthier da la bienvenida a la expedición Tahina–Can en su restaurante Et Voila en la isla de Holbox. Es el director de orquesta del personal que nos dará la comida durante los dos días que permaneceremos en la isla. El francés afincado en la isla del Caribe es capaz de pasar de coordinador de cocina a animador de un bingo improvisado que hace que la tormenta repentina que nos mantiene encerrados en su restaurante, sea leve y amena. Pero esa es sólo la punta del iceberg de una vida apasionante.
Chapouthier nos recibe en su casa, a 20 metros de la playa. Habíamos quedado inicialmente en su restaurante, pero un exceso de cansancio lo obliga a quedarse en casa, desde donde conversamos sobre sus siete vidas.
Infancia dorada
Bruno nació en 1966 en Washington, su padre ex Coronel del ejercicio francés, era el representante en los Estados Unidos de una famosa empresa de Francia especializada en armamiento. En América Bruno tuvo una infancia privilegiada. El tenis se convirtió en su única pasión. En su restaurante, en Holbox, pueden verse algunos de los trofeos que conquistó mientras pensaba en ser una estrella del circuito de la ATP.
El dinero fácil
Al regresar a Francia se dio cuenta de que los estudios no eran lo suyo y empezó a trabajar de mayordomo para algunas de las familias más ricas de París.
¿Por qué estudiar cuando uno se puede ganar muy bien la vida trabajando tres noches por semana? El joven Chapouthier sigue jugando al tenis a alto nivel, pero se aburre después de haber triunfado –como en el tenis- como comercial en varias multinacionales francesas. Aun a pesar de su éxito no soporta estar más de dos años en la misma empresa. El mundo de los negocios entra a formar parte de un cóctel más complejo. El dinero fácil, las drogas y la mala vida se convierten en su pan de cada día.
Chapouthier emprendedor
Cansado de trabajar para los demás, Bruno empieza su primer negocio Chap’s Delivery. Hace bocadillos en su piso y los reparte a domicilio. Vuelve a tener éxito hasta que un revés cruzado se queda en la red. Alguien lo denuncia y se ve obligado a cerrar su negocio.
España y Canadá
Fue hecho en Yucatán pero nació en Washington. Quizás por eso, por ser hijo del mar, decide escapar a la Costa del Sol desde donde empezará a comercializar pisos en Time Sharing. Será por poco tiempo. Decide irse a Canadá a buscar nuevos vientos, aunque sigue como asesor comercial en varias empresas. Rápidamente descubre que Canadá no es lo suyo. Desde Montreal, toma su coche con la idea de cruzar Estados Unidos e instalarse en Texas. Pero, una vez en Dallas, decide cruzar la frontera y llega a México en 1995. Con el poco dinero que le queda monta un primer chiringuito, Cabalova (la casa del amor, según explica el francés) en Xpu Ha, una pequeña localidad costera del Mar Caribe. Chapouthier se queda en Xpu Ha un año. Aún juega al tenis.
Aterrizaje en Yucatán
La pelota da un gran salto, como en un drive paralelo que entra por el pasillo del adversario para convertirse en un winner. Llega a la Isla del Carmen donde se queda 20 años. Allí lanza diferentes negocios: bares, chiringuitos, objetos de merchandising, tours para turistas, etc. Cuando llegó allí, la Isla del Carmen tenía solo 5.000 habitantes. La historia de la isla es conocida. Muy pronto se convirtió en la Ibiza del Caribe. Antes de tener problemas con las mafias locales, como muchos de sus colegas, decide renacer en Holbox con una combi Woslkwagen convertida en la bocatería de la isla.
El cáncer como regalo
En el año 2016, poco después de celebrar sus 50 años, recibe lo que será el break point en su contra más difícil de levantar. Su médico detecta un cáncer en su cuerpo de nivel 9 (sobre una escala de 10). Empieza varios tratamientos que al principio le funcionan muy bien. Monta el restaurante Et Voila para dejar, como dice Bruno, “algo” a su mujer. Sin embargo, este año las metástasis invaden sus huesos y decide probar un nuevo tratamiento. Según sus médicos, la nueva terapia alargará su vida durante dos años, como máximo. ¡Pero para Bruno tener un cáncer ha sido un regalo del cielo! A los 52 años ha tenido una vida llena y cada día es un match point que disfruta al máximo.
Nueva fe
Al enterarse de su enfermedad, Bruno ha encontrado la fe, pero no se trata una fe religiosa, se trata de tener fe en él mismo. Ha descubierto cómo gestionar de la mejor manera el diablo y el ángel que están en él. Sabe escuchar a su cuerpo. Según Bruno, el secreto para vivir bien depende únicamente de 3 cosas. Tener una actitud positiva, encontrar una pareja excepcional, y contar con una muy buena mutua para poder pagar los tratamientos.
Desde entonces su mejor inversión es viajar: cada mes se va una semana de viaje con su mujer. Cuba, Estados Unidos, no importa el destino, lo importante es viajar, es su nuevo mundo del tenis. Es consciente de que no se llevará nada con él. Lo importante es lo que deja para ayudar a su mujer y a los demás, dice.
¿Un posible futuro?
“Si quieres montar algo en México, pásate a verme, te ayudaré”. Bruno me muestra un mapa y señala un punto en la isla. “Aquí tienes que montar tu chiringuito”, y ríe convencido.
Emmanuel Bouvard – 07/09/18 Holbox