Por Carlota Palma
Mehari podría ser conferenciante. Con más de 10 años de experiencia en el sector hotelero, ha desarrollado una capacidad para comunicar increíble. No da información, te la transmite con una emoción y alegría típicas de la cultura etíope.
Nacido en Arba Minch y criado cerca de la tribu Dorze, Mehari se trasladó pronto a la capital para buscar una salida profesional rentable. Tras dirigir y gestionar varios hoteles, decide reconducir su carrera hacia el desarrollo de las expediciones por África. ¿Por salir de su zona de confort? «No, estaba contento como estaba», dice. Lo que el busca es cambiar la vida de las personas que visitan Etiopía.
Padre de un estudiante de periodismo, recibe emocionado a los expedicionarios de Tahina-Can, que, en su mayoría también se están formando en esta rama. La razón: para Mehari no son turistas, son una oportunidad para dar a conocer al país que tanto le enorgullece. Mehari pretende que Tahina-Can tenga un impacto en cómo Europa ve al único país africano no colonizado.
Y es que Mehari se emociona cuando habla de su gente. Llora cuando habla de los valores etíopes: la hospitalidad, la colaboración, la comunidad y el apoyo social. Porque Mehari está orgulloso de ser etíope. Etiopía es totalmente ajeno a la globalización. No depende de modas, marcas, egos ni estatus social. Por eso Etiopía cambia la vida de los que la visitan, como consigue hacer Mehari en las expediciones que organiza.