Desde hace siete años, las circunstancias de su vida, de su ir y venir por las tierras calientes en las que vive, se dieron para que formara parte de la esencia de Tahina-Can, del viaje a una tierra que, aunque cercana, es un descubrimiento cultural marcado por una diferencia religiosa que se traduce en diferencia social.
Mohamed forma parte de la familia Xaluca desde hace cuatro años, siendo este el hilo conductor que convirtió en casualidad, el encontrarlo en el camino. No sólo eso, también el haber disfrutado de él y su peculiar personalidad durante dos días de convivencia con su sonrisa, sus bromas, gritos y su energía.
Él fue el intermediario con nómadas encontrados en el camino, el traductor con los bereberes, el que se conoce el desierto como la palma de su mano y, además, el conductor de un 4×4 utilizado para recorrer las dunas.
En otro de los muchos momentos peculiares que nos regaló, sin previo aviso ni razón aparente, abandonó el coche pidiéndonos la cámara de video, con el coche en marcha a baja velocidad, quiso inmortalizar el momento en el que los cinco expedicionarios nos quedamos perplejos al ver el vehículo sin nadie al volante. Era Mohamed riéndose de nosotros con la cámara en mano grabando, captando el instante que por unos segundos nos sorprendió, pero que después, nos alegró aún más el viaje del día.
No había pasado mucho tiempo, cuando en una parada en medio de la nada, bajo de la 4 x 4, paró sin previo aviso ni aparente motivo para subir el volumen de la radio y bailar una animada melodía berebere, invitándonos a compartir con él su música.
Moha para nosotros, ha sido más que un conductor, deseamos que para él, no hayamos sido meros turistas, porque en cada viaje, las personas que encuentras a tu paso son los mejores recuerdos que te llevas de vuelta a casa.
