Conocemos al líder espiritual de los Koguis, tribu originaria de la Sierra Nevada de Santa Marta.
Romaldo es el Mamo, chamán de los Koguis. Un anciano de diminutos ojos, mirada perdida, piel oscura, y una melena morena y larga. Viste con atuendos típicos de la tribu, consistentes en modestos ropajes de color blanco, dos bolsos donde guarda su inseparable poporo, formado por una calabaza que representa a la Madre Naturaleza. Durante toda la conversación, no cesa en ningún momento de extraer de su interior calcio que proviene de conchas marinas, para exaltar así, el efecto de la coca. Para conseguirlo, saca el polvo blanco con una varilla, que representa al sol, y lo frota constantemente con las hojas de coca que masca dentro de su boca.
Su hogar se encuentra en plena Ciudad Perdida, un recóndito lugar que alcanzas tras subir 1200 escalones. Allí se ubican dos pequeñas chozas indígenas en las que vive junto a su mujer e hijos. Viviendas a las que nunca antes había entrado un “hermano menor” y que gracias a la tormenta que nos azotó pudimos conocer.
La oscura choza, iluminada únicamente por una pequeña hoguera y sin apenas decoración tuvo hueco para albergar a los 39 expedicionarios. Allí, Romaldo nos relató las dificultades que existen para llegar a ser Mamo. Un complicado proceso que normalmente sigue su hijo mayor, decisión que debe ser consensuada por los otros líderes espirituales.
Una vez el sucesor es elegido, este es apartado de la comunidad Kogui para llevarlo a las montañas con los ancianos, donde es formado durante casi 25 años enseñándole la cultura, tradiciones y costumbres ancestrales de los indígenas Tayrona. Además, Romaldo fue educado en el uso y aplicación de las plantas medicinales, siendo él el único capaz de realizar sanaciones a la comunidad Kogui e impidiéndoselo a cualquier persona ajena a la tribu.
Durante la conversación con Romaldo vimos que su hijo mayor, y futuro mamo, se encontraba en una esquina jugando con su smartphone, ajeno a todo. Eso nos generó mucha incertidumbre y de vuelta al campamento, descubrimos una triste realidad. El futuro sucesor sufre una crisis de fe, no quiere ser Mamo. Por ello, los sabios ancianos le tienen allí, retenido, imponiéndole charlas y obligándole a trabajar el campo como los antiguos Tayronas, esperando que así recupere su fe. La negación del jóven a suceder a su padre se debe a lo llamado “deculturación”, un proceso que se debe a la incesante integración de costumbres y objetos de “hermanos menores” en esta cultura. Además, al ser tanta la afluencia de turistas se crea una curiosidad y recelo por conocer y vivir nuestra cultura.
Romaldo finalizó haciendo un potente hincapié en la negatividad energética de nosotros, los hermanos menores, y en la necesidad que tenemos de buscar una solución. Además, para ayudarnos con ello y protegernos, nos hizo entrega de una pulsera blanca (símbolo de energía positiva) que nos proporcionará buena salud.