Saqué del mar, abriendo las arenas,
la ostra erizada de coral sangriento,
spondylus, cerrando en sus mitades
la luz de su tesoro sumergido,
cofre envuelto en agujas escarlatas,
o nieve con espinas agresoras.
Pablo Neruda. Molusca gongorina.
En la visita a la Catedral de Quito, nuestro guía Kurt nos explicó que sobre las sillas del Altar Mayor habían esculpidas conchas marinas pintadas de color rojo intenso, y que éstas representaban las conchas del spondylus princeps, un molusco sagrado para los antiguos pueblos precolombinos, que revestían de santidad a los sacerdotes católicos, y conectaban los ritos incas con la nueva religión católica. Al grupo de prensa que atendía a la explicación del guía nos sorprendió el hecho de que los colonos españoles, sabiendo que los indígenas utilizaban la concha del molusco como moneda, los recogían y los intercambiaban por oro.
Pero la historia del spondylus va más allá de este episodio. Antes de la llegada de los colonizadores a América, y del encuentro entre los dos pueblos, el spondylus simbolizaba la gran importancia que los antiguos pueblos precolombinos sentían por la naturaleza. Desde sus dioses, encabezados por la Pachamama (la madre Tierra) junto al dios Sol, la diosa Luna o los espíritus de las montañas (como nos recordaron en la visita al volcán Cotopaxi, por ejemplo) eran reflejo de que todos los fenómenos naturales regían la vida diaria de los amerindios.
En este caso, la aparición del spondylus señalaba que las lluvias provocadas por el fenómeno del Niño eran cercanas. Esto encuentra su explicación cuando se encontraban en las costas de Ecuador las corrientes marinas del Niño y la de Humboldt, que provocaban las lluvias tan necesarias para los cultivos de la costa pacífica. Estas lluvias eran precedidas por la proliferación en las playas de las conchas spondylus princeps.
Desde la época de la cultura Valdivia en Ecuador, el comportamiento del spondylus, cuando según las creencias abandonaba su hábitat en aguas profundas justamente antes de la llegada de las lluvias, momento en el que emergen colonias enteras y enrojecen la superficie del Pacífico, se concebía como una señal divina. Por ello, lo consideraron mensajero de los dioses ante los hombres y, más tarde, correo o vehículo de comunicación en ambos sentidos. Los sacerdotes valdivianos también pudieron conocer que puesto que el molusco sólo se reproduce en aguas cálidas, noticias de su eventual presencia en las costas ecuatorianas era indicadora de un aumento de la temperatura del mar (claro síntoma del "fenómeno del Niño"), lluvias muy abundantes y una mala cosecha. Por el contrario, si la presencia de Spondylus, era o es escasa en esa región quiere decir que las aguas del norte (habitualmente calientes) han bajado su temperatura media. Esto genera un fenómeno inverso al del Niño, y con seguridad será un año de sequías. De este modo, el control de los avistamientos de la concha pudo ser muy importante para planificar las campañas agrícolas.
El spondylus rápidamente se convirtió en un objeto divino, y como las plumas del ave quetzal macho en las culturas centroamericanas, representación de los dioses mayas en la Tierra, su valor fue más allá que el estrictamente material que tenía. El bivalvo fue introducido como moneda de cambio en las transacciones comerciales, y esta función comercial se extendió pronto (se han encontrado restos de la concha en el norte de la costa pacífica de México hasta el Sur de las chilenas) en toda América paralelo al desarrollo de la cultura inca. Un aspecto que no pasó desapercibido para los conquistadores, que afanosos de conseguir oro, contemplaron como para los indígenas, el nácar rojo intenso del Spondylus era más importante, si cabe que el áureo material y no desaprovecharon la ocasión de hacer un lucrativo negocio por el cual se intercambiaban conchas extraídas por los españoles por oro de las montañas andinas. Gracias a este intercambio, en la cultura mestiza que surgió, fruto de la convivencia de las dos culturas, se aprovechó esta mitificación del oro rojo, apareciendo en las representaciones divinas, tanto en las nuevas Catedrales que iban poblando el territorio americano como con los antiguos rituales que aún se conservaban, donde el Spondylus tenía un componente místico importantísimo, fruto de esta consideración como conector entre el mundo terrenal y el espiritual.
La expedición Tahina-Can Bancaja, seguidora de esa "estrella Grande", que les guió por tierras ecuatorianas ahora hace un mes, vio como el mito del Spondylus les volvía a cautivar, como aquellos ameríndios que se quedaban asombrados ante su aparición.