Reportajes

Viaje a ningún lugar: los retos de la adopción internacional

Foto: Jan Gómez

Por Ariadna Gombau

Hana Alemu tenía diez años cuando una familia estadounidense la adoptó. De pequeña vivía en Addis Abeba, más concretamente en el orfanato católico Kidane Mehret adherido a la agencia de adopción internacional Adoption Advocates International (AAI). Ella, junto a su hermano de siete años, partieron hacia Washington en busca de una vida mejor. Hana llegó a su nuevo hogar en 2008. Tres años después, la pequeña apareció muerta en el patio de su casa. Una hipotermia fue la causante de tal desgracia. La autopsia reveló más detalles: en el cuerpo de Hana se apreciaron golpes. Carri y Larry Williams, padres adoptivos, maltrataron a los dos hermanos etíopes hasta causar la muerte de la mayor. Golpes, encierros forzados en armarios y noches en el granero marcaron el sueño americano de Hana.

Este caso supuso un punto de inflexión que dio pie a la prohibición de la adopción internacional en Etiopía el 9 de enero de 2018. El gobierno lo justificó alegando que se pretendía “prevenir los abusos y las crisis de identidad que sufren los niños adoptados”. Con esta medida, el Ministerio de la Mujer y la Infancia quería favorecer las adopciones internas para, entre otras cosas, respetar la cultura y el entorno de los pequeños.

Más allá de esto, también se pretendía acabar con el tráfico de niños. Indale, guía de Rift Valley, explica que antes de aprobar la ley, en Etiopía había cerca de 25 agencias de adopción americanas y 10 españolas. Las primeras siempre recibían un trato preferente, pues “aportaban más dinero en forma de donativo”. Las adopciones eran fraudulentas, se daban los niños al mejor postor. Toni Espadas, director de Rift Valley, añade que “en Estados Unidos incluso había catálogos de niños”. Esta perversión de la adopción internacional provocó que el gobierno no tuviera forma de controlar a las familias adoptantes. El caso de Hana lamentablemente mostró de la forma más radical posible las carencias regulatorias del gobierno etíope. Con dinero, cualquiera podía adoptar.

Aparte del fraude de las agencias, algunas familias etíopes, al ver que se ganaba dinero con la adopción, empezaron a hacer un negocio con los niños. Toni relata que “cuando un niño era adoptado, muchas veces la familia adoptiva daba dinero a la biológica. En vista de esto, otros núcleos familiares se decidieron a dar en adopción a sus hijos para tener un beneficio económico”. El tráfico de niños venía por ambas partes, se les trataba como mercancía. Todo este conglomerado de irregularidades proyectaba muy mala imagen del país. Por todo esto, el gobierno decidió acabar con las adopciones internacionales.

Crisis de identidad: un problema difícil de tratar

Uno de los principales problemas de la adopción internacional era la crisis de identidad que sufrían los menores. Toni Espadas explica que “conozco familias que han tenido muchos problemas de adaptación con los niños, hay muchos que nunca se acostumbran”.

Alberto Pardo, padre adoptivo de Asha, contó al periódico La Razón su periplo: “La niña sufría enuresis nocturna – micción involuntaria al dormir – y ataques de rabia”. La pequeña se hizo grande y, con ello, la crisis de identidad invadió el interior de Asha. Durante la adolescencia empezó a exteriorizar el sentimiento de abandono y frustración a través de comportamientos excesivos y angustia. Después del primer ingreso en el hospital, los profesionales empezaron a trabajar con la joven. Los tutores, paralelamente, intentaron buscar a los padres biológicos sin éxito. Asha consiguió superar los traumas creados por el abandono. Pero Pardo fue muy tajante con respecto a las adopciones: “La adopción tiene una cara oculta, ya que es un gran negocio”. El padre añadía que se tenía que realizar una formación más estricta y profesional con los padres adoptivos.

Son muchas las familias que se han encontrado con situaciones de este tipo. Los niños añoran su tierra, su cultura y su gente.

¿Es mejor la cura o la enfermedad?

Aunque el gobierno aseguró tener mecanismos para potenciar la adopción interior, cinco años después parece que algo ha fallado. Etiopía se sitúa en el puesto 175 de 191 en el Índice de Desarrollo Humano. Era fácil pensar que no se trataba de una tarea sencilla, teniendo en cuenta que más de la mitad de su población vive por debajo del umbral de pobreza, según Oxfam. Espadas explica que “desde que se prohibió la adopción internacional, los niños son acogidos por otras familias etíopes o acaban en orfanatos hasta que cumplen los 18 años”. A partir de la mayoría de edad, los chicos tienen que buscarse la vida solos. Un joven Dorze añade que, a veces, las familias abandonan a sus hijos, que acaban viviendo en la calle alimentados por las pequeñas donaciones de los peatones. Sea un destino u otro, siempre se llega al mismo final: los niños no tienen un hogar estable ni una familia.

¿Hizo bien el gobierno en eliminar la adopción internacional? ¿Los niños están mejor ahora que antes? ¿La regulación y el control hubiera bastado? Pasado un lustro, aún no tenemos respuesta para estas preguntas. Lo que sí sabemos es que las calles están llenas de niñas como Hana, en Estados Unidos y en Etiopía.