Su abuelo y su padre ya se dedicaron a la música como profesión. Talgat es uzbeko de la región de Karakalpakstan y es cantante y compositor desde los seis años. Viste con el traje típico de la región, camisa sedosa color verde claro que brilla de forma especial con la hoguera del campamento. Le acompaña el dutar, palabra que viene de "dos cuerdas". Un instrumente típico del folclore persa parecido a un ukelele pero con tres cuerdas. Acompaña a la voz con su sonido además de pequeños golpecitos. A pesar de ser de tamaño pequeño, suena como una guitarra española. Debido quizás a la energía que evocan sus zarpados, al hecho que se rompen las cuerdas o que el limbo del desierto enfatiza su voz. Según él, se trata de un don generacional otorgado por un "santo".
El hecho es que se sumerge en la música, la letra de la que, aun y no ser entendible, transmite fuerza en su mensaje. "Para mí tocar es vaciar la fuerza del corazón", asegura Talgat. El lenguaje de su alma es aquello que rasca entre las cuerdas. Su dutar es el medio y la Expedición su audiencia. En medio de un escenario como el desierto, las barreras idiomáticas desaparecieron para pasar al baile, entre uzbecos y foráneos, al hop como onomatopeya de alegría, hasta una improvisada danza alrededor del fuego. Según Tleybaez Talgat, con la mano en el pecho en modo de agradecimiento, la audiencia lo ha respetado. "A veces no hace falta hablar el mismo idioma para entender que bailar y sentir la melodía ha despertado felicidad, y eso me hace feliz a mí" concluye el músico.
Famoso para algunos y un descubrimiento para otros, Talgat consiguió justificar porqué es uno de los músicos mejor valorados de Karakalpakstan. Su don es el de trasladar a todos el lenguaje del extenso desierto.
Foto: Mireia Sanz