Mariona Grau
Con los primeros rayos de sol iluminando la hermosa ciudad de Shiraz los expedicionarios nos hemos puesto en marcha rumbo a las cascadas de Margoon en la provincia de Fars. Tras unas cuantas horas dormitando en el autocar, la brisa fresca de las montañas nos ha despertando suavemente. Así, con las fuerzas recargadas, hemos empezado la caminata. Cruzando a paso ligero la pequeña localidad de Margoon, llegamos a un camino empedrado cada vez más angosto. Pequeñas paraditas de comerciantes venden maíz tostado, bebidas e incluso cachimbas. Se llena la vía de famílias y grupos de amigos.
Después de media hora aproximadamente andando rodeados de vegetación una clariana se abre ante nosotros, dejando al descubierto las impressionantes cascadas de Margoon. Estas se encuentran a 2.200 metros sobre el mar, y cuentan con una caída de 70 metros de altura. A sus pies, las familias y grupos se reúnen acomodados en alfombras donde toman el té y picotean entre palabras y risas. De la misma manera, aunque sin alfombras, los expedicionaros tomamos lugar para empezar a comer. El aire fresco nos ha permitido descansar de unos duros días de calor y descubrir una de las maravillas naturales de Irán.
Más tarde, tras disfrutar de un picnic de hermosas vistas y tener la oportunidad de poder conversar y hacernos fotos con algunos domigueros, hemos emprendido el camino de vuelta al autocar. Una vez ahí, nos esperaba nuevamente una larga travesía hasta Yasuj a medio camino de Isfahan, donde hemos disfrutado de un debate sobre los prejuicios en los medios de comunicación. Mañana tomaremos el camino a la nueva ciudad, pasando por la aldea de Sivar.