Mireia Capdevila
Con mucha pena de dejar el hotel de Yazd y solo poder estar una noche, los tahinos hemos arrancado el día a las seis de la mañana para seguir con nuestro largo y emocionante itinerario. Cerrando maletas con los ojos hinchados y con ojeras nos encontrábamos todos desayunando. Fuera, como ya de costumbre, nos esperaba nuestro fiel compañero de viaje: el bus.
Nos esperan cuatro horas de viaje hasta llegar a nuestra primera parada: Pasargada, Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y que fue la capital del imperio aqueménida en tiempos de Ciro el Grande. Actualmente, es el lugar dónde se encuentra la tumba de Ciro. Justo al llegar nos topamos con unos simpáticos camellos y son muchos los tahinos que sacan, rápidamente, las cámaras para retratarles y, porqué no, hacer algo de postureo. Preguntamos si nos podemos montar en ellos, pero no es posible, nuestros inseparables guías nos advierten que tenemos poco tiempo. Nuestra ruta debe continuar.
Caminamos unos cinco minutos ante un sol abrasador y nos encontramos con la tumba de Ciro, el fundador de la dinastía aqueménida y también Pasargada. Los expedicionarios, aunque, sin ningún tipo de sombra cerca, seguimos atentamente las explicaciones de los guías.
Dejamos atrás la antigua capital que dio lugar al imperio persa y cogemos carretera de nuevo, esta vez, para comer. Aunque todos sepamos que en la comida habrá pollo y arroz, se nos hace la boca agua cuando sabemos que la siguiente parada es para comer.
La necrópolis de los reyes de la civilización de los aqueménidas es nuestro siguiente destino. Todos quedamos expectantes al ver que hace cosa de unos 2.000 años se llegaran a hacer semejantes maravillas.
Ahora sí, llega uno de los lugares “estrella” de toda la expedición: Persépolis. Después de Pasargada, Persépolis fue la segunda capital de Persia y ahora es considerada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Todos los tahinos vestidos con la camiseta de la expedición, nos disponemos a recorrer cada uno de los rincones que esconde la antigua capital persa. Antes de entrar, nuestro expedicionario Emmanuel Bouvard, nos regala una tierna imagen, dándole agua a un perro. Sin duda, una de las imágenes que define la humildad del ADN tahino que llevamos dentro.
Persépolis logra sorprender a todos, alumnos y profesores. Aunque no dejen de ser ruinas, llegar a imaginar como fue en su momento y como se desarrollaba la vida allí, es emociónate. Además, muchos de los tahinos han querido contrastar lo que veían con la historia que nos precede y han logrado entender muchos de los gravados que se encuentran en el complejo arquitectónico.
Después de recorrer la antigua capital persa de arriba abajo, nos dirigimos hacia Shiraz, donde se encuentra nuestro actual hotel, esta vez pasaremos dos noches. Mañana sábado nos espera nuestro primer trekking, que esperemos que sean 45 minutos y no 3 horas como vienen rumoreando.