Esta es la primera visión que tiene el viajero al sobrevolar los Andes, justo antes de aterrizar a Santiago de Chile. Aunque parezcan nubes, esta capa neblinosa que rodea lo más alto de esta cordillera no es más que pura contaminación o, como dicen los chilenos, smog. La localización geográfica de la capital chilena, comprimida entre los Andes y la cordillera de la Costa, hace que esta ciudad se parezca cada vez más a una olla a presión a punto de explotar, con una especie de tapa impenetrable de polución que engaña a los ojos del recién llegado. No entra el aire, no hay flujo de viento.
Fotonoticia: Efecto óptico
12 enero, 2011
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