Diario de Ruta 2015, Uzbekistán

La mujer en Uzbekistán, entre prejuicios e interrogantes

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Es difícil todavía definir si existe una igualdad de roles entre hombre y mujer en Uzbekistán

Un mar de colores y alegría inunda la terraza del restaurante Samarkand, en la calle Tashkent de la emblemática ciudad de Samarcanda. Más de treinta mujeres disfrutan de una velada entre risas acompañadas de música uzbeca de lo más alegre. Nos invitan a unirnos, y no dudamos en acercarnos para observar cómo viven sus momentos de ocio y divertimento.

Parecen desinhibidas y felices. Enérgicas y alegres, no paran de bailar ni un momento, pero nos sorprende como la presencia de hombres brilla por su ausencia. La duda acerca de qué hubiese sucedido si ellos hubieran estado allí nos invade.

Esta reflexión lleva también al viajero a pensar acerca del papel de la mujer en Uzbekistán. Acerca de aquello que tenemos que escuchar cada vez que se pronuncia el nombre de un país acabado en "-tan", y que lleva a las personas de nuestro entorno a llenarse la boca de prejuicios y estereotipos relacionados con la sumisión de la mujer.

Habitantes del país, como Ahror, guía de nuestro viaje, aseguran que la igualdad entre hombres y mujeres va en aumento, y que avanza hacia una cada vez mayor democracia en este sentido. Pero lo que no sabemos es si lo hace con el convencimiento de un habitante más del país que no cuestiona el sistema y percibe cada pequeña anécdota como un gran avance.

Otros conocedores del país, como Jaume Mestres, profesor que ha asesorado a muchos estudiantes uzbecos que han viajado a España, declaran un retroceso en la historia de los derechos de las mujeres en Uzbekistán y temen un proceso de islamización cada vez mayor.

A pesar de los intentos de la URSS por equiparar el papel de la mujer al del hombre, y después de varias décadas disfrutando de la igualdad de género durante el período soviético, el panorama cambió radicalmente para la mujer a raíz de la independencia de las cinco repúblicas centroasiáticas.

Uzbekistán recurrió por aquel entonces a un islamismo tradicionalista, algo que conllevó a la recuperación del paranja, el vestido que cubre todo el cuerpo, en muchos lugares. Hoy en día, paseando por las calles de ciudades como Tashkent, Jiva y Bujara, podemos ver un predominio de estas vestimentas en las mujeres de a pie.

No obstante, en algunos asuntos, Uzbekistán presenta un avance mayor que algunos países occidentales, como sucede con el tema del aborto, que se percibe con naturalidad como un derecho fundamental.

Lamia, una estudiante uzbeca que nos acompaña durante nuestro viaje, asegura que la mujer en este país todavía hoy presenta un papel pasivo en muchos aspectos. Muchas de ellas tienen inquietudes y ganas de estudiar como ella, pero tienen que dejar sus estudios cuando se casan con un hombre para dedicarse plenamente a la vida familiar.

No obstante, Ahror afirma que un 16% de las mujeres de este país ocupan cargos de alta responsabilidad en el país y que el acceso a la educación de éstas es cada vez más viable y visto con total normalidad.

En un país en el que todavía hoy son ellos quienes cortejan a las mujeres y acuden a sus padres para pedirles su mano, a la vieja usanza, ellas son, sin embargo, quienes tienen la última palabra. Pero aún y así, el papel de la mujer en Uzbekistán está lleno de ambigüedades e interrogantes, no sabemos todavía si estamos ante un país igualitario en este sentido o más bien todo lo contrario.

Lo que está claro es que la mayoría de las mujeres siguen deseando para su futuro y entendiendo como sinónimo de felicidad el hecho de formar una familia y dedicarse a su hogar.

Bailando con las mujeres del restaurante no nos da la impresión de observar un papel sumiso o pasivo de éstas en la sociedad, pero todavía hay muchos aspectos de la vida cotidiana que desconocemos.

En un país tan conformista, en el que existe la tolerancia entre religiones pero el islamismo predomina, es difícil definir si ha habido un avance o retroceso en el papel de la mujer. Pero lo cierto es que, para un occidental que aterriza en Uzbekistán, la sensación es de que todavía quedan muchos pasos a dar hacia la igualdad absoluta.