Eso está en la mente de todos los expedicionarios que, para no afrontarlo, centramos nuestros esfuerzos en la última presentación de trabajos, la que sirve como catarsis de un gran viaje.
La planificación nos ha regalado una mañana tranquila. Durante las primeras horas del día tenemos tiempo para preparar el gran acontecimiento: la presentación final de trabajos. En este rato, los tres grupos trabajamos para que la calidad del trabajo que se presentará esta noche sea incluso mayor que la de los dos días anteriores. Por ello, Santiago Tejedor, Lluís Pastor i Jaume Mestres, responsables de la expedición, se ponen manos a la obra para arrimar también el hombro a un grupo ya de por sí congestionado por la producción.
A mediodía, cuando el Sol se muestra más vertical y más punzante, la expedición toma el autobús para ir a cumplir con las últimas visitas en Samarcanda. El cementerio es la primera parada. Se le denomina comúnmente como el cementerio del príncipe presente, puesto que existe el rumor que su espíritu aún corre por allí. Para el viajero occidental esta es una visita curiosa, ya que el lugar reúne lo mejor de la ciudad, puesto que justo al entrar, después de contar las escaleras de entrada, impacta ver como lo que deberían ser un conjunto de tumbas, resulta ser más parecido a las madrazas y mausoleos que hemos visto durante los últimos días.
El azul turquesa como tono característico y el habitual decorado basado en piedra y el mosaico, ponen ante los ojos del viajero un paisaje de lo más contradictorio: allí donde esperábamos ver dolor y tristeza, hemos encontrado color, luz y majestuosidad en la construcción. Por otro lado, también ha sido complicado entender la segunda parte del cementerio, aquella parte que no tiene el prestigio de la primera pero que tiene exactamente las mismas intenciones: mostrar que el poder y la riqueza puede llevarse más allá. Por ello, además de construcciones atrevidas bañadas en color negro o gris, comprobamos que a todas las tumbas se les añade la foto del difunto o difunta, de modo que todo el mundo pueda reconocer a la persona enterrada.
La segunda visita nos permite entrar en uno de los lugares referentes en la cultura musulmana y sobre todo uzbeka, la tumba de Amir Timur. Un recinto precioso iluminado por una cúpula central con toques dorados y azules que transporta al viajero hasta las historias de las "Mil y una noches". Además de la tumba, también se pueden encontrar mapas y otros materiales referentes a las conquistas que dicho personaje protagonizó durante el siglo XIV.
La tarde nos aguarda uno de los platos fuertes del día. A las 17h sale el Talgo que lleva a la Expedición nuevamente a Tashkent, la capital uzbeka. Este viaje, más que un viaje para algunos, nos permite pasar la tarde con Héctor, responsable de la compañía española en Uzbekistán, donde llevan tiempo apostando por un tráfico de trenes a la altura del tráfico que antaño pasaba por intereses comerciales por Samarcanda.
El Sol se apaga y la Luna coge el relevo. Es la última noche antes de iniciar la caravana que hará regresar a 40 expedicionarios a casa. Una aventura parece que se acaba, pero como en el caso del Talgo, siempre hay nuevos parajes donde poder crecer y donde crear nuevas oportunidades.