Por Marc Abelló
Tras amanecer en Shiraz, la ciudad más emblemática del sur de Irán, la aventura de los tahinos comenzó con la visita a la Nasir Ol Mosque, mejor conocida como la mezquita rosa.
El exterior del recinto construido a finales del siglo XIX durante el reinado de la dinastía Kayar se caracteriza por una variedad de azulejos y mocárabes en los que predomina el rosa y el azul; mientras que el interior, la zona más cautivadora, sorprendió a los expedicionarios con los colores de los vidrios que los rayos de sol reflejaban en el suelo.
Después de la visita a la mezquita, partimos para conocer el gran bazar de la ciudad, donde varios de los tahinos compraron todo tipo de recuerdos del viaje y se dejaron seducir por la magia de locales de bisutería, ropa, especies, pieles, cobres y gastronomía.
En el camino de salida resultó inevitable hacer escala en una repostería tradicional iraní, para probar ese típico helado de granada, vainilla o limón coronado con fideos. Además, para seguir guardando la figura, paramos pocos minutos después en una tienda de pan artesanal recién hecho.
La odisea terminó en los Jardines Eram, en los que muchos tahinos le dejaron toda su suerte a un simpático canario encargado de escoger alguno de los poemas del Diván de Hafez -el mítico poeta sufí- y algunas pistas sobre lo que les deparará el futuro.
Mañana emprenderemos un nuevo viaje rumbo a Yasuj, de vuelta al norte, camino a Isfahán: la mitad del mundo. De Shiraz, la ciudad de las rosas y la poesía, no nos olvidaremos nunca.