Diario de Ruta 2015, Uzbekistán

Os quiero contar una historia

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La yema de los dedos hace vibrar las cuerdas del Dutar. Cuando la música rompe el silencio y la voz se alza, la energía nos transforma

La noche esconde magia, esconde fe. Tiene un lado hostil que nos hace perder el sentido, pero que nos transforma en valientes. Por otro lado, como dice el proverbio Beduino: “el desierto es terrible, implacable, pero quien lo haya conocido tendrá que regresar a él”.

El viajero no se rinde, asume el reto y se lanza a la aventura. El objetivo era buscar la estrella tahina en el manto de brillantes que sobre nuestras cabezas reían. Pero la Luna, egoísta como de costumbre en su terreno, nos la escondió. Enviamos luces rojas y blancas, enviamos fuego recogido bajo el sonido uzbeko. Pero el desierto y el viento engullieron nuestras esperanzas.

El último recurso fue propio de un viajero experto. Creamos nuestro propio sistema, cogimos nuestro material y dibujamos con nuestras propias manos por todo el cielo, las emociones y el futuro que tendremos. Con mucha fe, es cierto, pero ¿qué viajero sale sin fe en su mochila, verdad?