Santiago es una de esas ciudades que no son fáciles de olvidar, y que dejan sello en tu memoria. Los expedicionarios han podido comprobar numerables contrastes en la ruta por la ciudad desde el autobús.
La gran variedad étnica destaca en los ciudadanos que pasean por sus calles- No es raro ver una larga melena rubia, girar la vista y encontrar una larga melena negra, con sus negros y rasgados ojos indígenas. La ciudad a su vez, no deja de querer parecerse a las grandes metrópolis europeas, con nuevas obras arquitectónicas siempre rodeadas de viejas estructuras que en nada se parecen a esas obras modernas del mundo globalizado.
En el camino del aeropuerto a la ciudad, la carretera principal separa los dos sentidos con una mediana de césped regado por aspersores. Este hecho corrobora el tópico de la ciudad de los contrastes: por una parte, la voluntad estatal por mantener césped en la transitada vía, por otra, el contraste con la repetida imagen de personas en condiciones infrahumanas y, que a la vez, se ven rodeados por la circulación de modernos coches.
A pesar de estas disparidades, son muchas las sensaciones positivas que la Expedición ha tenido y que han convertido el paso por Santiago en un intenso y emocionante día.
La arquitectura es muy rica y reúne diferentes estilos, entre los que destaca el neoclasicismo francés, un estilo particular llamado neocolonial que busca emular tiempos pasados, o el innovador art nouveau. Además los tahinos pudieron disfrutar los sitios insignia de la ciudad, como el Palacio de la Moneda, la Plaza de Armas, el Cerro de Santa Lucía, el Barrio Bellavista, el imponente edificio Gabriela Mistral, entre otros, y sobre los que han podido trabajar sus primeros proyectos de comunicación.
Finalmente, todos ellos han querido destacar la amabilidad de los chilenos, con ese acento tan hermoso que empieza pausado y que a medida que van entrando en la frase coge un ritmo y musicalidad que la dota de belleza.