Diario de Ruta 2008, Perú

“Señor, ¿quiere una chocolatina?”

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Hoy toca visita turística por el centro de Lima. Formando un grupo propenso a la disolución, fruto de la fascinación producida por una ciudad tan diferente a las nuestras, así como de la viva muchedumbre de sus calles. Intentamos no perder de vista a nuestro guía, que en ese momento nos dirige hacia el centro de la plaza donde se encuentran la catedral y el palacio del gobierno.

Sin embargo, una vocecita ascendente desvía repentinamente mi atención: “Señor, ¿quiere una chocolatina?”

Al mirar hacia abajo descubro al propietario de la voz. Propietaria más bien, pues no es él sino ella. Y lo más curioso de todo es que no levanta del suelo más de seis palmos.

Con rasgos propios de la gente andina, dirige su inocente mirada de ojos negros hacia mí, mientras muestra la bandeja llena de chocolatinas que porta bajo su brazo izquierdo. No es más que una niña y me sorprende verla sola en una ciudad dura y fría como Lima.

Irremisiblemente picado por la curiosidad y por una extraña compasión, comienzo a conversar con ella. De sus palabras descubro que tiene siete años y, a pesar de trabajar aparentemente en solitario, que su madre debía de estar por allí cerca. Como buen comercial se aseguró de comentarme que vende las chocolatinas a un sol.

Algunos de mis compañeros de expedición se acercan a la escena, pero apenas tengo tiempo para continuar con alguna otra pregunta. Entre el gentío aparece una mujer policía que la agarra por el brazo con gesto amable para alejarla  de nosotros.

Ni siquiera tengo tiempo para comprarle una de sus chocolatinas. Al fin y al cabo, un sol es un precio insignificante comparado con la sonrisa de una chiquilla a la que le toca vivir algo así.