Svetlana se reúne con los tahínos a la entrada del Hotel Shodlik Palace, el alojamiento de los expedicionarios durante su estancia en Tashkent. La funcionaria de enlace de Médicos Sin Fronteras en Uzbekistán va vestida con camiseta azul oscura, pantalones blancos y sandalias. Su recogido trenzado concentra muy bien su abundante y suave melena negra y es equiparable a la elegancia que, de forma natural, se desprende de su gesticulación. Svetlana es prudente en su presentación y mantiene ese estado anímico durante la tarde de conversación en inglés.
“Mi trabajo en Médicos Sin Fronteras consiste en organizar los visados y las acreditaciones de aquellos que vienen a trabajar a Uzbekistán, pues necesitan un permiso legal que debe aprobar el gobierno”.
Con 29 años de edad, Svetlana ha vivido diferentes experiencias laborales en sectores empresariales distintos. “Al acabar la carrera de Relaciones Internacionales empecé a trabajar para una agencia de viajes. Me encargaba de organizar las reservas de los turistas originales de Asia Central, concretamente de Turkmenistán, Tayikistán, Kazajistán, Kirguistán y Uzbekistán”. Años más tarde, a Svetlana se le presentó la posibilidad de vivir en Dubai gracias a un trabajo que ya le confirmaron en Tashkent. “Me trasladé a Dubai cuando tenía 26 años. Mi primer trabajo fue de camarera en un hotel de cuatro estrellas y meses más tarde cambié de puesto para trabajar como comercial de ventas de una prestigiosa boutique de la ciudad. También formé parte del personal de Emirates Airlines”.
Svetlana afirma que no es tarea fácil moverse de Oriente Medio cuando se vive en Uzbekistán. “El gobierno se preocupa mucho por su ciudadanía y no resulta fácil obtener el visado para vivir en el extranjero”.
Después de seis meses trabajando para Médicos Sin Fronteras como oficial de enlace, Svetlana asegura que le gusta trabajar para la ONG, para su gente y con los valores que la organización defiende. “En materia médica y humanitaria, considero que Médicos Sin Fronteras ha contribuido al progreso en los tratamientos, especialmente de la tuberculosis en este país, aunque también dedica proyectos a la erradicación del VIH”.
En el paseo que va de una de las paradas de metro de Tashkent hasta el Hotel Shodlik Palace, Svetlana se alegra de la misión que en la actualidad su ONG desempeña en su país, un Uzbekistán que al menos, de cara a la galería, está dispuesto a mejorar en materia educativa, social y humanitaria. “Suelo hablar con los trabajadores de las diferentes misiones y puedo ver que tienen un espíritu humanitario. No solamente vienen aquí a trabajar sino que ellos realmente hacen algo para ayudar a todos aquellos que sufren alguna enfermedad e involucran a la población uzbeka en el proceso de cambio”.