Diario de Ruta 2019, Irán

Viaje hacia la cultura persa

Mireia Márquez

El momento ha llegado después de una larga espera. Aún no son las 10 de la mañana pero los expedicionarios más puntuales estamos listos para emprender un viaje único e inolvidable a la República Islámica de Irán. Los nervios que anoche no nos dejaron dormir siguen presentes, aunque han dado paso a una euforia indescriptible. 

Un modesto desayuno y la charla del equipo académico han sido suficientes para coger energía y centrarnos de lleno en el viaje. Lo cierto es que a pesar del retraso del vuelo la emoción no ha decaído y los expedicionarios, sin poder deshacernos de la incertidumbre en la que estamos sumergidos, hemos intercambiado todo tipo de impresiones y curiosidades sobre el país que visitamos. 

Llegados a Estambul nos hemos dado prisa para coger el siguiente vuelo hacia Teherán. Una joven y sofocada azafata nos ha indicado el camino hasta el avión donde el resto de pasajeros nos esperan con caras de hastío, pues somos los únicos que faltamos para embarcar y por ello el vuelo se ha retrasado. Aún así, la fatiga causada por el avión no ha podido vencer nuestra inquietud, que crecea la vez que nos acercamos a Irán. ¿Cómo será la gente? ¿Nos adaptaremos con facilidad a la cultura islámica? 

El reparto de la cena ha sido un indicador de que nuestro destino está al caer. A falta de media hora para nuestra llegada, las chicas nos hemos puesto el pañuelo y una blusa que nos cubriera por debajo de las caderas. «¡Qué calor!» hemos pensado, mientras entre risas nos lamentábamos de lo poco que nos favorece el hijab. 

En el aeropuerto de Teherán hemos acaparado todas las miradas. Avergonzados por ser el centro de atención, aunque muy contentos de haber llegado al fin, nos hemos dirigido hacía los autobuses que nos llevarían al hotel. A pesar de la hora de camino que teníamos por delante, el trayectoha sido ameno. Los guías que nos acompañan han aprovechado para explicarnos brevemente la historia de la ciudad así como algunas de las creencias de los chiíes, introduciéndonos así en el mundo iraní. 

Llegados al hotel, tras deleitarnos con una deliciosa hamburguesa de pollo, los expedicionarios nos trasladamos a nuestras respectivas habitaciones para descansar. Después del largo viaje debemos coger fuerzas para lo que nos espera al día siguiente: el Palacio de Golestán, el Museo de las Alfombras y el Museo Nacional de Joyas.

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